miércoles, 23 de julio de 2008

Cuando se habla de ciclismo



Hoy todo son elogios. Todos se quieren subir al carro. Todo el mundo admira al ciclismo. "Épico Sastre" en Marca, "Exhibición y liderato para Carlos Sastre" en AS, "Líder a lo grande" en la Cadena Ser. Todo muy bonito, precioso, casi un sueño. La etapa de hoy ha sido descomunal, histórica, imborrable.

Pero no sé por qué tengo una amarga sensación, parecida a aquella que se tiene cuando uno pone los cuernos a su novia y después cree seguir queriéndola igual. Primero cometes la infidelidad, y después la besas y le dices cuánto la quieres...

Hace menos de una semana, se conocía el positivo de Ricardo Riccó por EPO de tercera generación. Y ese día fue el día de la infidelidad, de los buitres, de las hienas, de los carroñeros. Todos los medios se lanzaron a por el ciclismo. TODOS. Sí, incluso aquellos que nunca habían hablado de ciclismo antes.


Porque es sorprendente. Nunca hablas de ciclismo en todo el año -nunca lo sacas en portada como es el caso de Marca-, nunca te interesas por él, no lo incluyes en tu espacio de deportes -aunque sí preparas una fiesta sorpresa para el cumpleaños de Robinho-. Lo ninguneas, lo atacas y lo menosprecias. No existe. Si acaso, tendrá un pequeño lugar al final de tu sección, y en la mayoría de ocasiones, suele tratarse de alguna caída espectacular. Puro morbo. ¿Las clásicas? ¿El Giro? ¿La Vuelta? ¿Eso a quién le importa?

Aunque el Tour sí que centra ahora el foco de todas las miradas, fijaos, fijaos bien. Prestad atención durante el resto del año y os daréis cuenta de que el ciclismo no existe. Y si alguna vez llegara a existir, sería para volver a darle palos y más palos. Porque no se puede estar criticando a Ricardo Riccó durante media hora como hizo Joseba Larrañaga en El Larguero, y al mismo tiempo llamarle Roberto Riccó porque en el fondo no sabes cuál es su nombre, ni quién es, ni qué es el ciclismo. Para hablar sin saber, mucho mejor no hablar.

Y cierto es que el ciclismo es un deporte muy castigado, y que parte de la culpa la tienen los medios. Pero el principal enemigo del ciclismo es el propio ciclismo. Son esos médicos sin nombre, esos rostros sin identificar y esas transfusiones clandestinas las que lo están matando. Porque nadie se atreve a hablar. Se mata al mensajero pero nadie revela quién le ha escrito la carta.


Aunque eso sí, las cosas parecen estar cambiando. El ciclista dopado está viendo cómo el pelotón entero lo repudia con más asco que antes. Se sorprenden al saber que el compañero de al lado estaba haciendo trampas, y que por su culpa, pueden perder el patrocinio del equipo. O lo que es lo mismo: quedarse sin trabajo. Los patrocinadores empiezan a no ver rentable invertir en el ciclismo, y si ellos no lo hacen, este barco se hunde... Y con él los corredores.

Pero también cometemos el error de pensar que el ciclismo es EL deporte infestado, y no es así. Lo que pasa ahora es que hablar de ciclismo es hablar de dopaje, y viceversa. Ya no se concede el beneficio de la duda. Ya nadie se acuerda de Guardiola, de Gurpegui, de los jugadores de la NBA, de los de fútbol americano, de los de atletismo, de lo que Eufemiano Fuentes podría haber contado de otros deportes... Estoy seguro de que el ciclismo es el deporte más regulado, controlado y vigilado del mundo. Ningún otro deporte hace tantos controles y ni mucho menos tan rigurosos y sorpresivos. Contra más buscas, más encuentras.

En resumen, y en mi opinión, el ciclismo es sólo la punta de un iceberg, donde llueve, graniza y caen todas las tormentas. Pero debajo, en el fondo del mar, hay todo un bloque gigante de hielo, mentiras y oscuridad que alguna vez saldrá a la superficie. Y entonces, la lluvia caerá igual para todos.

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