martes, 29 de julio de 2008

De sueños, fuego y derrumbamientos


Hace pocos días tuve un sueño terrible, horroroso. Estaba en un bar, charlando, cuando de repente, fuera, el bloque de pisos de mi casa echaba a arder. Una antorcha gigante llena de fuego que se iba encendiendo de arriba a abajo, velozmente.

Sin saber muy bien cómo, toda mi familia iba llegando sana y salva donde yo me encontraba. Todos parecían encontrarse bien. Lo peor, la perdida de un hogar donde se encontraban todos mis recuerdos, toda mi historia.

El edificio ardía con un realismo increíble, incluso parte de su estructura se desconchaba oníricamente con el fulgor de las llamas. Eran unos efectos especiales terriblemente buenos, perfectamente ejecutados.

De pronto, el edificio cedía por su parte inferior y en cascada, desaparecía su parte más alta, que poco a poco se escondía entre el espesor del humo y el polvo. En ese mismo instante, salíamos corriendo y nos metíamos en una tienda, viendo cómo la nube se chocaba contra los cristales, llenándolos de polvo. Fuera, las personas parecían estar cubiertas de harina.

Y ahí se acababa todo. Me desperté y todo había sido un sueño. Me quedé muy impresionado. El realismo de lo que acababa de vivir había sido casi físico, casi sensible. Y me entró la duda de si hubiera sido posible vivir aquello si yo no hubiera tenido acceso al cine y la televisión, y sobre todo, si yo no hubiera visto cómo ardían y se derrumbaban las Torres Gemelas.

La imagen del edificio ardiendo desplomándose de arriba a abajo en dominó, el estruendo de la estructura resquebrajándose, el polvo, la nube de escombros, la gente entre la niebla espesa... Eran demasiadas coincidencias.

Y eso es lo que llamó mi atención. Cómo el cerebro selecciona las imágenes, las almacena, las archiva, y luego las distribuye por toda la imaginación, fabricando nuevas realidades a partir de una nueva realidad. De no haber visto en televisión todo aquello que pasó el 11-S, seguramente no habría tenido el mismo sueño, o simplemente no habría soñado con algo parecido, porque mi cerebro no hubiera sabido cómo fabricarlo.

Y así como los sueños, el cerebro es capaz de fabricar otras realidades. Y contra más puntos de vista tenga sobre el derrumbe de un edificio, más reales serán sus efectos, más nos acercaremos a la realidad. Si sólo hemos visto en una ocasión desplomarse un edificio, seguramente cuando recompongamos una escena similar, será mucho menos fiel a la realidad que la de uno que lo ha visto derrumbarse más veces.

Quizá es algo muy obvio, pero me ha resultado tremendamente interesante ver cómo imagino a mi edificio arder en llamas de la misma manera que lo hicieron las Torres Gemelas. Porque en verdad, no sé cómo arde un edificio, ni cómo se propagan las llamas, ni cómo se derrumba una estructura... Tengo que ver más incendios y más derrumbamientos, para así poder tener unos sueños lo más reales posibles.

De esta manera, si alguna vez me preguntan cómo arde y se desploma un edificio, me apoyaré en la experiencia para así acercarme a la verdad tanto como pueda.

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