viernes, 22 de agosto de 2008

Potser...

Después de un caluroso viaje, el empresario llega cansado a su casa de veraneo. Un recorrido en el que normalmente no gastaría más de dos de sus valiosas horas le ha costado toda la tarde, y eso le cabrea. Le cabrea porque antes, cuando todo iba como tenía que ir, poca gente salía de vacaciones; en cambio, ahora, todo el mundo se lo puede permitir y ocupan las calles, carreteras y peajes cual moscas alrededor de una nutritiva boñiga de vaca.


Antes, cuando venía con su padre, eran de los pocos que tenían un chalet en la costa, y el pueblo todavía era una villa de pescadores, gente honrada y agradable, que conocían a las cuatro familias que venían de veraneo. Sin embargo, ahora los apartamentos han invadido el abrupto paisaje, y ya poco queda de aquel pasado marinero, si no es por la ingente cantidad de lanchas que solo reposan en el mar tres meses al año.


En casa le esperan su mujer y los hijos, que reposan de la agotadora vida urbana durante aquel mes canicular, como todos los veranos. Entra, les saluda, sus dos hijos mayores le piden dinero y les da un par de billetes a cada uno. Sabe que lo derrocharán sin pensárselo mucho, y sabe que cuando le vuelvan a pedir dinero debería negarse, pero también sabe que no lo hará. Él quiere lo mejor para sus hijos, y piensa, quizá de manera certera, que lo que ellos desean no se lo podrá dar él, sino el dinero.


Se tumba en su hamaca y se para a mirar un poco el mar desde su privilegiado mirador privado. Su esposa, conocedora de sus costumbres, le prepara un vaso de aquel whisky de malta que tanto le gusta. Se lo agradece con un beso en la mejilla. No es un beso fogoso o apasionado, ni tampoco un beso para darle las gracias. Simplemente es por costumbre.


Absorto, contempla el hielo que se deshace en el fondo. Empieza a rememorar sus años mozos. Se acuerda de su vida de soltero, de su boda, de sus amantes, el nacimiento de sus hijos, la fusión con la otra empresa y su expansión por Europa. Nota como ha conducido su vida hasta aquel punto, hasta donde él deseaba. Pero se da cuenta de que quizá no es feliz.


Se da cuenta de que quizá el dinero no da la felicidad.


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