domingo, 3 de agosto de 2008

Varias razones para no haber salido de fiesta por Donosti (este sábado)

Son tantas que casi me da por arrepentirme de haber ido a la playa, con amigos, al sol, la música, la fiesta y el show. Lo primero que se me ocurre es que no tengo tiempo de escribir mi columna correspondiente acerca de nada interesante. Pasando. La siguiente, que tengo la cara más roja que cualquier día en que paso mucha vergüenza. Otra, haber dormido cuatro horas en el asiento de un coche, sin oxígeno, con olor evidente a alcohol, y la cabeza apoyada no sé dónde. Another one sería el del dinero derrochado sin ton ni son. Por no hablar de los desvaríos que te pueden llevar al pueblo de Oiartzun a las 3 de la mañana para volver a los 15 minutos. O de que las guiris te invitan a su fiesta cuando vas camino del coche para volver a Pamplona. Encima, en el mar tienes que luchar con olas de treinta metros que juegan con la fuerza de tus piernas como si no existiera. Y eso después de haber soportado 17 horas sin comer ni beber nada.
Pero la verdad es que la expresión que mejor me viene ahora mismo es " merece la pena". La merece en serio, porque en realidad todo ese cúmulo de sinsentidos ( y otros tantos más) son anécdotas que amenizan el paso de la semana, según las vas contando a quien quieras. Nunca he leído a Hemingway ni he sabido de él más allá de su gusto por la juerga. Bueno, y que tiene un libro que se llama " Fiesta". El caso es que si era tan tan tan tan borracho como dicen, supongo que será porque a él Pamplona le sabía por lo menos como a mi de bien Donosti. Tal vez en la ciudad haya quien esté harto de los que vamos de fuera a quitarles los bares, la costa y las calles. Pero a mí me parece que es una ciudad increíble, con muchas cosas para ver y para hacer. No me extraña que sea candidata a ciudad de la cultura para el 2016, al contrario, creo que debe ser una de las favoritas, porque tiene de todo. Magos y " brikindans" en las calles, música con vasos, lot of people having a helado en las terrazas, pinchos tan buenos que saben a cosquillas, sus pequeñas playas de enormes olas, desconocidos con los que charlar agusto, y desconocidas a las que ni hablar pero que son admirablemente bellas...
Me parece que tendré que volver en cuanto pueda, porque la única sensación mala que me quedó fue la de no haber estado allí un par de días más. Y es que esas guiris no saben las ganas que tengo yo de fiesta.

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