miércoles, 3 de septiembre de 2008

¿Más grandes que David Miranda? (y II)

Me quedan 6 grandes personajes... pero del padre Alberto Hurtado ya hablé un poco (puse una foto con una foto suya, que vale por dos páginas de word, dicen, y sólo apostillaré que es el único santo al que rezan también los comunistas, que en América Latina están afectados por creencias populares, porque intentó unir a los empresarios con los trabajadores para hacerles "dar hasta que duela") y respecto a Allende poco hay que añadir a toda la controversia que suscita su figura: algunos dicen que 1973 supuso el fin de la utopía del hombre que perseguía lo mismo que el Che, pero "por otros métodos" (leyes de protección a niños, mujeres, parados, enfermos, nacionalización de la minería), como figura en el libro que le dedicó en los 60 cuando visitó Cuba; y otros, que aquellos tipos armados con pistolas y metralletas eran demasiados centenares como para ser simplemente un Grupo de Amigos Personales que le rodeaba, por lo que intentaban relacionar ese GAP con el terrorismo. Como si no supiera todo el mundo que "el socialismo es la ausencia de violencia", como dijo Stalin, aquel político georgiano que, sin embargo, tenía una oda dedicada en Canto General, el libro donde Neruda relata la historia de América desde la colonización. En fin, que aquella era la frase de Stalin, con un significado similar a la de "el trabajo os hará libres" que vieron un puñado de judíos. Pues ahí estaban algunos chilenos leyendo la frase de Stalin, desesosos de que llegara de una vez el socialismo porque hasta su llegada la violencia no faltaba. Si faltaba la harina y otros alimentos básicos, en parte por la huelga de camioneros sobornados por la derecha y el Imperio (que ya contraataca por aquellos tiempos), y en parte por la escasa productividad de las empresas expropiadas, la subida de sueldos y la fijación de precios. Esto llevó a Allende a impulsar una política de cartillas de racionamiento con la que obtuvo un record: una inflación del 600%. Y también es el gobierno al que las clases bajan recuerdan porque fue el único en darles protagonismo en su revolución de "empanada y vino tinto".

Pero como dije, no pienso hablar de Allende, que luego aquí la gente puede mirarte mal o bien, que es peor. Aunque hay que decir a favor de esta gente que ahora se conforman con mirar que algo ha mejorado, que ya no te pasan tanques por encima ni nada y pues eso sube la autoestima mucho. José Miguel Carrera, héroe de la independencia. Ensayó un nuevo modelo de lucha durante la batalla de Rancagua, en 1814, que misteriosamente no dio resultado y que consistía en no hacer nada con sus tropas mientras las de su compañero Bernardo O' Higgins huían de los realistas. Según confesó luego, su intención era atrapar a los tropas peninsulares entre dos frentes. Durante las guerras napoleónicas en Europa, Carrera había sustituido a la familia Larraín, y con la restauración tenía que exiliarse a Europa, donde siguió haciendo carrera como libertador. Terminó cuando se unió a los indios en los años 20. Por entonces Carrera era algo así como Marlon Brando en Apocalypse Now que masacraba poblaciones y esclavizaba a las mujeres, y en 1821 fue capturado y fusilado. Poco antes había intentado asesinar a Bernado O'Higgins, por entonces presidente de Chile, al que por lo visto no debía de tenerle mucho cariño. Quizá fuera porque le derrocó después de haber derrocado al virrey de Perú.

Manuel Rodríguez, aliado de Carrera y conspirador contra O'Higgins. No obstante, también hizo la revolución contra los hermanos Carrera porque creía que era malo que un gobierno durara más de seis meses, un año a lo sumo. Por eso ha pasado a la posteridad por medio del grupo guerrillero Frente Patriótico Manuel Rodríguez, una organización comunista creada en los años sesenta y que cobró protagonismo con el gobierno de Allende.

Lautaro, indio mapuche. Los mapuces son de las pocas tribus indígenas que quedan en Chile. En el siglo XVI presentaron una resistencia tan dura a los conquistadores que son protagonistas en La Araucana, de Alonso de Ercilla. Su líder era elegido por ser el más fuerte (levantando troncos, el que eligieron en los tiempos de la conquista fue capaz de soportarlo durante dos días) y afeminado, pues tenía que ser capaz de depilarse con dos conchas y pelo a pelo. Sirvió al gobernador Pedro de Valdivia (lo cuento como si hubiera sido un colegio, vaya), con el que aprendió las costumbres de los españoles y a combatirlos. Aprendió que se cansan con sus armaduras, que sus caballos se hunden en los pantanos y que la lluvia moja la pólvora. Vive tres meses con él y en uno de las incursiones en el terriotorio mapuche ve como un grupo de indios les atacan, dando como resultado 3000 mapuches muertos por un español al que mató otro compatriota por equivocación. Aquí ya se empezó a plantear si las tácticas tradicionales mapuches estaban siendo efectivas. Estas tácticas consistía en que los mejores guerreros se presentaban con un grito para atemorizar a sus enemigos, momento que aprovechaba el tal Pedro de Valdivia para sugerirles a sus tiradores ciertos blancos. Los cinco levantadores de troncos mapuches cayeron enseguida. El tal Lautaro, un poco molesto con las masacres de Valdivia agarró caballos y armas y se volvió a su pueblo. Quién se lo iba a figurar, se preguntaron todos los aguerridos conquistadores, y salieron a buscarlo a ver si se había perdido. Cuando lo encontraron ya se había reunido con el anciano Colo Colo (que ahora existe reencarnado en equipo de fútbol) y le había dicho que unos mierdas como los españoles, que apenas podían con armaduras cómo iban a poder con árboles, no podían conquistarles. Ideó un sistema de reemplazo para cansar a los españoles después de rodearlos y luego ir haciendo oleadas de ataques para que los guerreros pudieran descansar. También construyó picas contra los caballos, garrotes para tirárselos a la cabeza, palos con un lazo para derribar a los caballeros, y grandes pesos para matar con sólo dejarlos caer a pesar de la armadura. Y ganaron. Pedro de Valdivia les ofreció dos mil ovejas por dejarle ir, pero él curiosamente se negó (las crónicas dicen que le arrancaron la carne y se lo comieron, que le derramaron oro hirviendo por la garganta... pero todos los españoles estaban bastante muertos como para atestigüarlo) y siguió avanzando. Su pueblo decía que no hacía falta, que ya les habían derrotados, pero él insistía, que no, que hay más al Norte... y al final la mitad de sus tropas se quedaron allí. Arrasó Concepción y se apostó en un fuerte cercano a Santiago, hizo hoyos camuflados y espero a que vinieran los caballeros a atacarle, y festejó su victoria al modo zizurtarra (mayor). Entonces vinieron los españoles guiados por un mapuche traidor y los degollaron, ya que tenían sus facultades algo reducidas por la cogorza.

Arturo Prat, capitán de fragata y héroe de guerra (acá). Y señalo el acá porque estos héroes de guerra son muy controvertidos y capaz (esto significa puede que, porque capaz es el que puede) vas a Perú y te dicen que no era muy puntual o que apoyaba los codos en la mesa o que genocidó a medio país para lograr su hazaña. Este no es el caso de Arturo Prat, capitán de fragata, del que lo peor que se puede decir es que era un poco débil y no soportaba las bromas de sus compañeros de cuartel. Como le dijo Gila a la mujer del boticario, "si no aguanta una broma, que se marche del pueblo". Por lo demás, se cuenta que tenía en gran estima los horarios, que había sido bien educado y que al realizar su gesta no murieron muchos más hombres aparte de los que le seguían que, de todas formas, estaban en medio de una guerra así que no es muy extraño, que ahí siempre se junta gente con muy mala uva. Pero esta guerra no debía de ser tan peligrosa, que si no no la habrían llamado la Guerra del Pacífico. La guerra tuvo ocasión entre 1879 y 1884 y enfrentaba a Perú y Bolivia contra Chile. Bolivia rompió el acuerdo sobre los impuestos de explotación de los terrenos de Antofagasta (ahora dentro de Chile), donde muchos empresarios chilenos habían invertido y, como Chile sospechaba que Perú podría tener un pacto de defensa con Bolivia, les declaró la guerra a los dos. Por si acaso, oiga, no vaya a haber armas de destrucción masiva, pero en este caso tenían un pacto. Bueno, que empezaron perdiendo porque tenían barcos de madera y los peruanos buques de metal con torpedos y Arturo Prat aprovechó que les habían embestido y dijo "¡Al abordaje, compañeros!". Los demás no le oyeron por el ruido de los cañones, pero tuvo la suerte de ser coherente y de que le vieran abordando el otro barco y poco después murió junto a los valientes que le habían seguido. Pero desde entonces ese acto de heroismo impulsó a otros a ganar la guerra (de dos mil voluntarios se pasó a veinte mil a su muerte). Este hecho fue celebrado porque contradecía algunas enseñanzas odiadas por los chilenos de entonces, como la de que el mejor soldado era el que mataba y no el que se dejaba matar. A partir de entonces los chilenos van a la guerra como el pelotón de suicidio de La vida de Brian.

Arturo Prat, con pose napoleólica, más rentable muerto que vivo.

Comentan que esto de elegir a los grandes es una lección democrática. Conclusión: la democracia en Chile la hacen los cansinos.





Y los más cansinos de momento son los partidarios Arturo Prat, 34% de los votos. En el segundo lugar va Salvador Allende con un 30%. Alberto Hurtado, 13%; Víctor Jara, 7%; Manuel Rodríguez, 4%; Lautaro, Carrera y Mistral, 3%; Neruda y Parra, 2%. A destacar, el gran aprecio que tienen los chilenos por sus artistas.

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