miércoles, 7 de octubre de 2009

Agárrate fuerte


El cine romántico y las historias de amor están llenos de jóvenes enamorados. De primaveras, playas, flores y besos. Nos conmovemos con Titanic y el verano idílico de Grease. Muchachos jóvenes y guapos que confiesan su amor en etapas de la vida donde nada parece ser insalvable.

Ayer por la tarde yo esperaba al autobús. Los autobuses de Pamplona se inclinan sobre la acera mediante un sistema de amortiguación. Así es más fácil subir. Si tienes 80 años, la cosa se complica: sí o sí.

Una pareja de ancianos caminaba agarrada del brazo. El hombre llevaba un bastón en su mano derecha y con la otra se enroscaba a su mujer. Caminaban lentos, sin prisa, con la pausa que dan los años. Los jóvenes montan en bici y exceden los límites de velocidad. Ellos se lo tomaban con calma.

Caminaban agarrados el uno del otro, como en las tormentas. Como en esos chaparrones en los que dos personas se abrazan para no salir volando. Eran bajitos y en ocasiones se entendían por gestos. Unos gestos que eran palabras transformadas a lo largo de los años. Una vida entera apoyándose el uno sobre el otro, una historia conjunta a la que agarrarse para subir a un autobús.

Ni un beso, ni un gesto cómplice, ni una mirada cariñosa. Sólo dos viejecitos intentando subir a un vehículo. Primero él: ella le sujetaba el bastón. Luego ella: él le tendía la mano. Después, una historia impaciente por tener un buen final.

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