lunes, 21 de diciembre de 2009

Te vas a quedar tonto

Aquel día hice pis y me lavé los dientes a las nueve y media de la noche. No había rechistado a ninguna de las órdenes de mis padres y tampoco había hecho bolo con la comida. Fui el niño angelical que mis padres deseaban que fuera. "¡Vienen los Reyes, vienen los Reyes!", gritaba por todas partes. "¿A los niños franceses no les traen regalos, verdad papá?", le pregunté a mi padre. "No hijo no, en Francia no tienen reyes, son una República".

Me metí en la cama pensando que eso de la República debía haber enfadado mucho a los Reyes Magos, y que los franceses también debían ser malas personas. Mi mamá me embutió entre las sábanas y cerré los ojos para intentar contar ovejas. Pero, por aquel entonces, yo nunca había visto una oveja, así que me imaginé perros saltando. Pero ninguna de las maneras daba resultado.

Daba vueltas y vueltas de un lado a otro y me puse a recordar lo que mi amigo Esteban decía con orgullo en clase: "Yo he visto a Melchor más de una vez. Es fácil. Salgo a acariciar a su camello y me deja darle una galleta".

"Maldito Esteban", pensaba yo, "¿de verdad lo había visto?". Una vez, también nos contó que se le había caído un diente antes de la noche de Reyes y que después vio al Ratoncito Pérez huyendo de los mordiscos del camello por toda la casa. Y que desde entonces, ya no es el Ratoncito Pérez quien lleva regalos a los niños, sino el Gato con Botas, que por meter mucho ruido al entrar en las habitaciones, acabó despedido.

Aquella noche dieron las tres de la mañana y yo todavía seguía en vela. Mi madre me dijo que si no me dormía, al día siguiente los Reyes no me traerían nada, y que además, se me caería el pelo. "¿El pelo?", pensaba yo, "¿por qué el pelo? ¿por lo mismo que me quedo bizco si miro la tele de cerca?".

Entonces seguía pensando en lo de Esteban. ¿Y si me levantara a echar un vistazo? Sólo un vistazo. Ir, asomarme y volver. Quizás Melchor me dejaba tocar al camello, quizás ya no le quedaban más bicicletas y acabaría regalándome su cheposo animal.

Y en esas estaba yo cuando oí el ruido de una ventana. Después unos pasos sordos que se refugiaban en el salón y después el silencio. ¿Era Melchor?

Me puse mis zapatillas con forma de garra de dinosaurio y fui a echar un vistazo. Abrí lentamente la puerta y me quedé esperando en la entrada de la sala, como pensado qué decirle a un Rey. "¿Por qué no tenéis esposas los Reyes Magos, son muy feas en Oriente?", pensé en decir.

Tras unos segundos, respiré hondo y entré. Al lado del árbol, un hombre vestido de negro de los pies a la cabeza y con un gorro del mismo color estaba plantado como un pasmarote en medio del salón, sin hacer ningún movimiento.

- ¿Melchor?

- Eh... sí, sí, chico. Vuelve a dormir o si no... no habrá regalos.

- ¿Te has afeitado la barba? ¿Por qué? ¿Y el camello?

- Los tiempos cambian chico -hizo una pausa para pensar- Greenpeace nos ha prohibido usar esos animales en nuestros largos viajes por el desierto. Y la barba... bueno, Baltasar dice que ya no se llevan, que sólo a Brad Pitt le queda bien.

- ¿Pero allí también veis pelis de Brad Pitt? Mi madre siempre dice que su novia tiene que estar mal de la espalda.

- Allí la televisión es mágica y vemos todos los canales.

- Aaaah, que suerte. ¿Y La Sexta también?

- Sí, sí. También La Sexta.

- ¿Y dónde están el resto?

- Nos repartimos las casas. El año pasado no nos dio tiempo a llegar a los niños del otro lado de la ciudad. Así ganamos tiempo.

- ¿Por eso ya no vais a Francia?

- ¿Qué?

- ¿Dónde están mis regalos?

- Eh... verás, chico. No tengo mucho tiempo y me tengo que ir. Es mejor que te acuestes. Si no, tus padres se van a enfadar mucho contigo.

- ¿Pero y mis regalos?

- Este año no vamos a dar regalos. Cogeremos cosas de las casas y las repartiremos entre los más necesitados. ¿Te parece? Pareces un buen chico, sé que sabrás entenderlo.

A la mañana siguiente, un grito de mi madre nos despertó: "¿Y la tele? ¿Y la consola? ¡También falta el DVD! Ay Dios mío, ¡que nos han robado!". "Tranquila mamá", le dije, "yo mismo hablé con Melchor. Todo está solucionado: le di todas las cosas que no necesitábamos. Para los niños pobres. Este año prometo ser un buen chico, mamá. Lo prometo, ya lo verás. Además, tú siempre me has dicho que la televisión y la videoconsola acabarían dejándome tonto".


(*)Relato presentado al I Concurso de Relatos y Cuentos de Navidad de Diario de Noticias y El Corte Inglés.

viernes, 18 de diciembre de 2009

The humpty dumpty story

Hoy queremos traeros algo que para nosotros es muy importante. O por lo menos nos alegra. Desde el otro lado del Atlántico, Pablo Ibarburu, un ser extraño y particular al que le gustan los pijamas, enseñar la barriga y perder al Pro Evolution Soccer nos trae su primer corto. "The humpty dumpty story: just another egg on the wall".

Por eso, si alguna vez se hace famoso, espero que recuerde quién apostó por él en los momentos difíciles. Para que así se invite al cine o a algún preestreno. Que la cosa está muy cara.

Enhorabuena.



viernes, 11 de diciembre de 2009

¿Cuando podrá dejar de gritar la Montserrat?

Este domingo se celebra en parte de Cataluña una consulta sobre su independencia. Sigue la tanda de consultas empezada un 13 de setiembre en Arenys de Munt, esta vez en más de ciento setenta municipios que reúnen un censo total de más de setecientas mil personas. Los inmigrantes empadronados también tendrán derecho a voto, derecho que se les niega en las demás elecciones.

La pregunta que se hace es: "Està d'acord que Catalunya esdevingui un estat de dret, independent, democràtic i social, integrat en la Unió Europea?". En castellano:"¿Está de acuerdo en que Cataluña sea un estado de derecho, independiente, democrático y social, integrado en la Unión Europea?"

Los referéndums tienen, como todo, cosas buenas y malas. Empezaremos por las buenas. Es un sesgo en el momento histórico que marca e indica las tendencias sociales y la opinión del pueblo. Por fin dejaremos de lado los sondeos y encuestas para saber lo que realmente piensa la gente sobre este tema. En este caso, además, las consultas provienen de la iniciativa ciudadana, con lo que demuestran la parálisis de la clase política y su estado de pasividad mental, que se encuentra décadas atrás en comparación con sus electores. La consulta no será vinculante, pero sí importante.

Lo malo es que los referéndums obligan a afirmar o negar una totalidad. Puedes estar sólo de acuerdo en parte o estar en contra de algún aspecto que presenta la pregunta. Son bastante reduccionistas y es difícil que puedan presentar matices o puntos de vista distintos.

El problema, además, de esta consulta en particular, es que no se pregunta a toda Cataluña. Sólo hay que mirar en el mapa donde están los pueblos preguntados, qué partido suele tener mayoría allí y, sobre todo, pensar en el hecho que la aprovación de la consulta ha sido promulgada por el mismo ayuntamiento del pueblo. Es decir, hay una cierta tendencia al independentismo en la mayoría de las zonas en las que se hace la pregunta. Tendencia que no es homogénea a todo el país.

Eso sí, si esta consulta no se extiende a todo el territorio catalán es por culpa del PSOE. Este partido hipócrita que intenta jugar en todos los bandos y te ofrece un antídoto en una mano, pero porque antes ha sido él el que te ha inyectado el veneno.

Pasemos ahora a lo que más me interesa: el contenido. Se habla de Cataluña, pero nada se dice de los Països catalans y en ningún momento se define qué se entiende por un estado de derecho, democrático y social. Por no hablar de su integración en la Unión Europea, con el miedo y la repugnancia que me da la actual UE.

El hecho que venga de abajo, del pueblo, es lo que lleva a esta indefinición. Por otra parte, este es uno de sus aspectos más positivos. Los políticos tienen miedo al pueblo y algunos catalanes han tomado las riendas de su futuro y han decidido ponerse manos a la obra.

Por eso, en este caso, creo que es más importante el hecho de la celebración del referéndum que su contenido, un poco vago y ambiguo. En mi pueblo no habrá consulta (sí que habrá en Vilajuïga, Pau y Roses, que están a muy pocos quilómetros), pero si hubiera votaría que SÍ a que Cataluña sea un estado de derecho, independiente, democrático y social.

Más información:
Coordinadora por la consulta sobre la independencia
El Punt

viernes, 4 de diciembre de 2009

El placer de comer

A mí me gusta comer, no alimentarme. El placer de sentarse en una mesa con un plato delante, una copa y buena compañía es algo muy preciado y, desgraciadamente por algunas culturas, también muy despreciado.


No es que me guste la abundancia o el exceso, sino que encuentro mucho placer en la pausa y el ritual de la mesa. Saborear los alimentos y disfrutar con lo que se come, aunque sea el plato más simple, que muchas veces es preferible a los manjares copiosos. Una comida con dos platos, un postre, que se alargue hasta el café y si es necesario copa y puro. Le sumas una buena compañía y es casi el culmen de la felicidad.

Para que una comida sea apreciable no se debe alargar demasiado ni tiene que hincharte hasta el extremo de impedir moverte. Por eso, la comida de navidad no es buena. En cambio, una cena improvisada puede ser la mejor ocasión para pasárselo bien.

Os preguntareis a qué viene esto. Útimamente estoy compartiendo experiencias y recuerdos con gente de otras culturas, de la Europa del este y del norte. Y, lo siento por ellos, no saben comer. En Alemania, por ejemplo, se permite comer en las clases universitarias y en el Este la mayoría de restaurantes tienen horario continuo y están abiertos a todas horas.

La comida (qué lástima que el castellano no permita la diferenciación entre el participio del verbo comer y el acto de comer durante el mediodía) tiene unos horarios establecidos en cada país y cultura, y ello determina la sociedad. O viceversa, es la forma de organizarse la que determina los horarios de comer. La luz es muy importante: cuanto más tarde se haga de noche más tarde se come y se cena. En cambio, en un país en el que todo esté abierto a todas horas no te preocupas por comer, y si comes en clase o en el trabajo te estás alimentando, nada más.

La comida y la cena son los mayores actos sociales. Pensemos en el Banquete, de Platón. ¡Qué sería de la filosofía sin la comida! Las mejores discusiones y disertaciones suelen desarrollarse alrededor de una mesa, con la panza llena y los vasos vacíos. Y las grandes y famosas bacanales romanas. ¿Y la Última Cena? es elocuente el hecho de que antes de morir Jesús cenara con sus condiscípulos. Y cuando se acaba el curso, ¿qué pensamos hacer? una cena. Y todos los actos familiares (que esto merecería otra entrada) se reducen a comer y comer.

París está en el límite. Como soy erasmus me puedo permitir el lujo de construirme un horario para poder estar sentado mientras como, pero hay muchos franceses que tienen que comprarse un bocata en el bar de al lado y engullírselo en diez minutos antes de su próxima clase. Esto no hace ningún bien a nadie.

Por eso es necesario que los horarios y el modo en que esté distribuido el trabajo permitan tiempo para poder comer. Como mínimo en los países en los que hay esta cultura del buen comer, que son sobre todo los que tienen la mejor dieta: los países mediterráneos.