domingo, 17 de enero de 2010

Supervivientes - Aftersun


Habían perdido varios kilos y se tostaban al sol. Con la piel quemada, el uno era moreno y el otro casi rojo. Sudando como obesos, transpiraban sin control. Las cejas se les llenaban de sudor y los pelos del sobaco, mojados, parecían derretirse como los carámbanos. Lejos de cualquier fantasía utópica, aquello no tenía ninguna gracia.


— Este sol me está matando.

— Aclárate. Antes te quejabas de tirarte semanas en alta mar y ahora que por fin puedes descansar te quejas del sol.

— ¿Descansar? Yo echo de menos mi casa…

— No exageres.

— ¿Que no exagere?

— No estamos tan mal.

— No tenemos crema de protección solar, ni tenemos nada.

— Tenemos sitio en la playa. Y sin madrugar.

— Eso es cierto.

— Además, si no te gusta el sol puedes irte a la sombra.

— No es tan fácil.

— Sí que lo es.

— Tengo que venir a la playa, tengo que pescar, tengo que delinear un SOS en la arena…

— Ya estás otra vez exagerando.

— Sólo digo que me gustaría tener por lo menos… no sé, unas gafas de sol.

— ¿Unas gafas de sol? Menuda falta de respeto... La única persona con la que puedo hablar en toda la isla y ni siquiera podría saber si le estoy mirando a los ojos.

— No te pongas así.

— Me pongo como quiero. Si algún día encontramos unas gafas de sol, ni se te ocurra llevarlas dentro del refugio.

— ¿Por qué?

— Porque es de mala educación. No puedes llevar gafas de sol bajo techo a no ser que seas una estrella del rock, alcohólico… o ciego.

— Entonces creo que me voy a morir.

— ¿Cuándo?

— No lo sé, algún día.

— ¿Pronto?

— He dicho que no lo sé.

— ¿Y por qué te vas a morir?

— Cáncer de piel.

— Podría ser peor.

— ¿Peor que la muerte?

— Sí, peor que la muerte.

— No puede haber nada peor que la muerte.

— El granizo.

— ¿El granizo?

— El granizo destruiría el campamento y gran parte del alimento. Los dos moriríamos. De la otra forma nos ahorraríamos un 50% de sufrimiento. O menos, si tu cuerpo no se descompusiese demasiado rápido.

— Tengo miedo a la muerte.

— Nadie teme a la muerte. Tenemos miedo a no estar ahí cuando los demás hablen mal de nosotros.

— Nadie hablará de nosotros cuando hayamos muerto.

— ¿Qué? Anda, cállate y dime si ves algo.

— No, nada.


Imagen: Nostuni

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