lunes, 5 de julio de 2010

El día en que Obélix se cayó en la bañera

Durante el curso pasado fui un par de veces al aquavox que hay en la calle Calderería de Pamplona, en la parte vieja. Es un edificio nuevo, que aunque impacta con las casas de al lado, no desentona, o al menos no desagrada. Es una especie de balneario público (pero no gratis). Con una piscina que debe de ser de tamaño olímpico, un spa con montón de piscinitas calientes, jacuzzis, una con agua helada, duchas térmicas, una sauna, un baño turco y alguna cosa que me dejaré.


Las dos veces que he ido me ha gustado mucho estar allí. Y me hizo pensar en las conocidas termas romanas. Ahora he estado buscando información en casa sobre cómo eran y resulta que estaba muy equivocado.

Yo pensaba que eran sitios donde solo podían ir los ricos y lugares de higiene y de recogimiento. Pero estaba equivocado. Aunque eran de pago, podía acceder todo el mundo (incluso los esclavos) y eso de estar recogido, como mucho en su casa, porque allí se iba a relacionarse con el vecino. Los filósofos y los cristianos se negaban a ir. Para un pensador era buena señal mostrar su barba sucia y mugrienta, como si el pensar y el lavar fueran cosas opuestas.

Así pues, era una especie de deporte popular, comparable, según dice el libro en que lo he buscado (Historia de la vida privada I, VV.AA., Taurus, 2001) a lo que hoy sería ir a la playa. Solo que aquello era todo el año y formaba parte de las ventajas (commoda) de vivir en ciudad. Bueno, el libro dice vida de playa. No sé a lo que se refiere.

Eso sí, los ricos, evidentemente, tenían su baño privado. Han pasado miles de años y las cosas siguen como siempre. Los ricos tenían sus baños, ahora tienen sus pueblos y casas de veraneo. Y con los pobres pasa lo mismo. El otro día fui a Donosti. Allí tienen gimnasios con vistas al mar. Y para otros el mar no es una vista, sino un lugar de trabajo.

Me imagino a los romanos entrando en un cubículo húmedo, en un lado para hombres y otro para mujeres. Tengo que hacer un esfuerzo para imaginármelos fríamente, ya que no puedo evitar pensar en ellos tal como les dibujó Uderzo. Y allí se encontrarían con su amigo del decumanus, que les hablaría del último espectáculo que fue a ver. Un desastre, oye, los juegos ya no son como antes. Desde que se nos fue Nerón ya no hay forma de divertirse. Ahora estos cristianos lo están invadiendo todo con sus hostias y no nos dejan vivir en paz. Y que lo digas. Y esos jóvenes que ya no respetan la autoridad del emperador...Y así seguirían hablando de cosas banales mientras se remojaban en aguas de distintas temperaturas. Parece que la historia no haya cambiado mucho.

Ahora que estamos en una etapa tan higienista debería proliferar estos espacios públicos, como el citado aquavox. Pero con otros valores a los romanos. Que fueran sitios de reposo y cuidado del cuerpo, de recogimiento y limpieza, tanto física como espiritual. Porque las buenas ideas son las que perviven a lo largo del tiempo.




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