miércoles, 4 de agosto de 2010

Las plantas



— Joder, tío. Qué movida. Qué movida.

— ¿Qué pasa?

— Las plantas tío, las plantas. Que me las he dejado.

— ¿Que te las has dejado? ¿Dónde? ¿Qué dices? Disfruta de la playa...

— Me he dejado las plantas en casa. Sin regar. ¿Quién me las riega?

— Pues no lo sé. Qué más da. Son plantas. Puedes comprar más.

— No, no puedo. Esas son mis plantas. Hacía tres años que las tenía. Si las dejo, se mueren.

— Disfruta de tus vacaciones, amigo. Ya te preocuparás cuando vuelvas. Quizá sigan intactas.

— ¿Cómo leches van a seguir intactas? Si no las cuido, se mueren. Se secan. Se pudren. Desaparecen.

— Son plantas. PLANTAS. Yo mismo te compraré unas nuevas cuando volvamos.

— No entiendes nada. Hay cosas que no son sustituibles. Yo mismo hice crecer aquellas plantas desde la tierra. Desde el primer grano al último tallo. Tirar por la borda todo aquello sería...

— Normal. A todos nos pasa. De verdad que no te entiendo.

— Déjalo. Supongo que tú no habrás tenido nunca una planta.

— Claro que he tenido. Pero las considero como son, plantas. Me niego a estar de vacaciones preocupándome por unas plantas. Aquí también hay vegetación. Me gustan las palmeras.

— Lo que tú digas. Pero al volver no podrás meter dentro de casa una palmera.


Imagen: Nick Carlson

0 comentarios: