miércoles, 11 de agosto de 2010

Sueños


— Esta noche he tenido un sueño muy placentero.

— ¿Erótico?

— No, hombre. Un sueño agradable. Bonito.

— ¿Y qué pasaba?

— Me reencontraba con mis amigos de la infancia. Con todos. Y pasábamos un día en la playa, recordando viejos momentos, bebiendo cerveza.

— ¿Y al despertar?

— Al despertar nada. Todo había sido un sueño, pero lo había disfrutado.

— ¿Y no te produjo desazón que no fuera real?

— Bueno... No. Creo que no. Supongo que no.

— Porque si te paras a pensar, pocos sueños consiguen que despertemos plácidamente. O bien porque son pesadillas, o bien porque no eran reales.

— Sí... Bueno... Pero se disfrutan en el momento. Son horas de disfrute.

— Que no llevan a ningún lado.

— Bueno... Si lo ves así. Yo lo veo más bien como una segunda oportunidad que nos damos a nosotros mismos. Un viaje a aquello que ya no podemos tocar.

— Yo la verdad es que aborrezco mis horas de sueño. No suelo dormir bien, tengo insomnio. Y cuando duermo, siempre tengo pesadillas.

— Piensa entonces que las pesadillas son mejores que el insomnio.

— ¿Por qué?

— Porque el insomnio se basa en preocupaciones reales. Las pesadillas, al fin y al cabo siempre suelen apoyarse en mentiras.

— ¿Preferirías entonces tener una noche llena de pesadillas en lugar de no dormir?

— Por supuesto. Prefiero despertarme entre sollozos que pasar toda una noche sollozando.



Imagen:
La increíble mujer menguante

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