miércoles, 15 de septiembre de 2010

Arrivals


— Muy buenas tardes, señor Andrés. Gracias por elegir el cielo. Esperemos que su estancia aquí sea lo más agradable posible.

— Gracias, gracias. La verdad es que miré sin cruzar y...

— ¿Cuál es su hora de la muerte?

— Las 12.00.

— Ah, sí. Aquí está. Las 12.00 en la calle Mayor. Vaya, ¿un peugeot?

— Sí. Fíjese, tengo la marca en la frente.

— Vaya...

— Y bien, explíqueme un poco cómo van las cosas aquí.

— Ahora mismo Pedro está atendiendo un asunto. Ya sabe, cosas de jefes. Pero yo le puedo ayudar, llevo aquí desde Nerón.

— Lo primero, ¿cómo se funciona? ¿Qué se hace?

— Por las mañanas desayunamos y después rezamos. Unas tres horas. Luego comemos, echamos la siesta y leemos algunos textos sagrados. Cuando oscurece, todos a dormir.

— Vaya. ¿Y así toda la vida?

— No, no, toda la vida no. Toda la eternidad.

— Ya...

— Pero usted no se preocupe. Tenemos talleres de costura, cantamos... No se aburrirá nunca.

— ¿Cuánto tiempo lleváis haciendo todo esto?

— Uf, muchísimo tiempo. Desde Trajano esto es un no parar.

— ¿Y quién os manda hacerlo?

— Pues Él, quién va a ser.

— ¿Nadie propone hacer cosas nuevas?

— Claro, sí. A veces sí.

— ¿Siempre le hacéis caso?

— Aquí todos están gracias a Él. Suele decir, "no te olvides de que vives gracias a mí". Te agarra con su gran mano por el cuello y te da palmadas en el hombro. Siempre es muy cariñoso con todos.

— ¿Y si alguien no está de acuerdo?

— ¿Cómo?

— Si alguien no quiere hacer lo que todo el mundo hace.

— Ah. No lo sé. Eso nunca ha pasado.

— ¿Y quién le ha votado?

— ¿Aquí? No, aquí nadie vota. Él suele decir que llegó primero. Tiene razón, es lo justo.

— Por favor, ¿puede usted mirar hasta cuándo tengo hecha la reserva?

— No tiene usted fecha de salida, caballero. Tendrá que permanecer aquí por un tiempo indefinido.

— ¿Y si un día yo... por lo que fuera, me quisiera ir?

— Me temo que eso no será posible, señor.

— Pero eso es represión.

— No. Usted eligió estar aquí.

— Mentira. Yo nunca fui creyente. A mí me gusta el calorcito.

— Pues lo siento mucho, pero ha sido usted seleccionado para venir aquí.

— ¡Protesto! ¿Tienen hojas de reclamación?

— No.

— ¿No? ¡Protesto de nuevo!

— Cálmese.

— Quiero hablar con Él. Llámele. Que venga ahora mismo.

— Me temo que eso no va a ser posible.

— ¿Qué clase de estafa es esta?

— No es ninguna estafa. Nuestro negocio es uno de los más antiguos y...

— Lo que usted diga. Pero debería haber algo que yo pudiera hacer.

— Desde luego.

— ¿El qué?

— ¿Ve a todas esas personas?

— Sí.

— Vaya con ellas.

— ¡No, no quiero coser! ¿E Internet? ¿No tienen internet?

— No.

— Me lo imaginaba. Dios mío, aquí arriba me voy a morir. Quiero suicidarme.

— Me temo que tampoco podrá hacer eso.

— ¿Pero no ve usted que esto es injusto? No estoy bautizado siquiera. Mento muchas veces al señor en vano. Estoy a favor de los matrimonios homosexuales y creo en las iglesias como monumentos artísticos.

— Espere aquí un segundo, veré que puedo hacer.

— De acuerdo. ¿Va a llamarle?

— No. Voy a darle a usted algo.

— ¿El qué?

— ...

— ¿Eh?

— ...

— ¿Qué es eso?

— ...

— Oiga, ¿qué es eso?

— ...

— ¿Qué hace?

— ...

— ¿Qué va a hacerme?

— Relájese.

— ¡Noooooo! Me duele. Me dan miedo las agujas. ¡Suéltenme!

— Tranquilo. ¿Ve? Así mucho mejor.

— ¡Suélteme!

— Shhhh...

— Suelte... su-su-su, suelte, su... Tengo sueño...

— Descanse. Eso es. Duerma...

— Su...

Imagen: Rai Robledo

1 comentarios:

B dijo...

yo quiero escribir como tú