martes, 14 de diciembre de 2010

Te quiero mucho



— Papá, papá, a quién quieres más, ¿al tato o a mí?

— Al tato, por supuesto.

— ¿De verdad?

— Sí.

— Pero...

— Hijo, no paras de dar la brasa todos los días con estas preguntitas. Deja ya de preguntar. Mira tu hermano, está ahí callado y no molesta.

— Es un triste.

— No. Saca buenas notas. Será un hombre de provecho. Tú te inyectarás heroína. Por eso tu madre y yo le queremos más que a ti.

— ¿Mucho más?

— Muchísimo más. Si comparáramos cuánto le queremos a él y cuánto a ti, la diferencia no entraría en esta habitación.

— Si lo sé no nazco.

— Ya lo creo. Pasas horas debajo de la ducha. Y el móvil. No lo usas para hablar, haces conferencias.

— Papá, es que yo tengo amigos. No cómo ese.

— Tú que vas a tener. Esos no son amigos. ¿Jaime? ¡Pero si es pelirrojo!

— Pues que sepas que Jaime es mi mejor amigo y nos llevamos muy bien.

— ¿Sí?

— Sí.

— Siempre te respetaremos en ese tema. Cada uno ama libremente.

— ¿Qué?

— ¿Tú ya has hecho los deberes?

— No. Iba a hacerlos ahora.

— Ya, siempre es ahora. Vete a tu cuarto. Estudia. Y piensa lo que vas a ser de mayor.

— Seré viejo.

— Antes, antes de ser viejo. Tu hermano lee. No estaría nada mal que se te pegara un poco.

— A ese sí que le pegaba yo...

— Venga, a tu cuarto. O te daremos en adopción. Va en serio. En una gasolinera.

— Joe...

— Venga, no te hagas el remolón. Si quieres que tus padres te quieran, tendrás que ganártelo.

- Pues que sepas que yo quiero más a mamá.


Imagen: Miguel Ángel Ayuste

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