martes, 6 de septiembre de 2011

Cadena Perpetua

— Oye, la verdad es que no tengo ningún plan esta noche. Me apetece llegar a casa y tumbarme en el sofá. Ya sabes, una de esas noches. ¿Conoces alguna película? Una de las buenas, ya sabes.

— ¡Claro! ¿Has visto Cadena Perpetua? Es la leche.

— ¿Cadena Perpetua? ¿No es la que dirigió Frank Darabont?

— ¡Sí! Exacto. Dios... me encanta esa película. ¿Un pequeño martillito para excavar un túnel? Es una idea de locos.

— Muy buen desarrollo de la trama, tienes razón.

— Y ese poster... El de la piedrecita, ¿sabes? Dios, me encanta esa escena.

— Raquel Welch, ¿verdad?

— ¿Cómo?

— La actriz del póster, era Raquel Welch. Aquella mujer era increíble, inolvidable.

— Sí, no sé. La del póster. Cómo se les pudo ocurrir toda esa historia, ¿verdad?

— En verdad la película está inspirada en un relato de Stephen King, con algunas pequeñas modificaciones.

— Ya, sí. Claro. Pero la relación entre los personajes. Hay una frase... Una frase sobre los pájaros que no pueden ser enjaulados, porque sus plumas son demasiado hermosas. Esa escena me parte el corazón. Y aquel hombre anciano, Brooks, y su pájaro. Pobres. Ese tal Darabont es un gran director.

— ¿Te gusta? Yo no lo tengo tan claro, ¿cuáles crees que son sus mejores películas?

— ¿Las mejores? No sé... tiene muchas, me gustan todas.

— ¿Ninguna en especial?

— Sí, claro, Cadena Perpetua, ya te lo he dicho.

— Ya, no sé. La Niebla y The Majestic me dejaron bastante frío. Por no hablar de las cosas que le salen por la boca al preso de la Milla Verde. Y The Walking Dead, zombies... empiezo a creer que lo que hizo con el guión de Cadena Perpetua fue un golpe de gracia. Aunque sin embargo los críticos me dan la razón, aquel año no consiguió ningún Oscar. Se los llevó todos Forrest Gump.

— Pero son Tim Robbins y Morgan Freeman, tío. En su mejor estado de forma.

— Ya... no sé. La película me gusta, de verdad. Pero no, no sé... no es mi favorita.

— ¿No?

— No. La verdad es que cuando empiezas a saber algo de cine ves las películas... no sé, con otro ojo.

— ¿Otro ojo? ¿Cuál?

— Otro. Es como graduarse la vista. Te mejora. Te fijas en los detalles. Pero respeto a la gente que no está tan interesada.

— ¿Como yo?

— No. No. Sí. No. No sé.

— Adoro esa película, ¿vale? Quizás no sé mucho sobre cine. Pero sé que es una película alucinante.

— Y yo lo respeto.

— Pues déjalo ya, ¿vale? Es mi maldita película favorita. Así que cállate. Y si pudiera hacerlo, la volvería a ver esta noche. Una y mil veces más. Y eso es algo insustituible para mí.

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