El chaval estaba esperando a la villavesa mientras leía la Biblia. Siempre se había dicho a sí mismo que tarde o temprano tendría que enfrentarse a aquel libro. Leerlo, como se debe leer El Quijote.
Hacía frío en Pamplona y una mujer anciana y tres hombres soñolientos esperaban la llegada del transporte público. En uno de los paneles de la marquesina, publicidad: "Eres lo que lees", rezaba el cartel. Lo miró y siguió leyendo: el Nuevo Testamento, San Mateo.
Pasaron dos minutos y una página del libro hasta que oyó el rugir de un motor, levantó la vista de su libro y lo cerró:
-¿Y adónde vas tú con esa cruz?-, le preguntó un hombre.
-Ya están los de siempre dando la nota...-, soltó otro.
- Desde luego la juventud ya no sabéis qué hacer para llamar la atención- concluyó la vieja.
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