Al llegar a casa estaba tumbada sobre el sofá. Con la cara llena de marcas del cojín. Con todos los músculos desactivados. Como si la hubieran apagado. Con un brazo colgando. Con la boca abierta. Indefensa. Y sin mirada. Como si la hubieran puesto ahí para ti. Como si el suelo entero estuviera lleno de alarmas. Como si al guardar silencio estuvieras robando. Como si ella fuera capaz de apreciar el calor de una manta. Como si el mundo se hubiera detenido en ese momento con la televisión encendida. En ese instante. En el que ella tiene la boca abierta y un brazo colgando. Y está indefensa. Sin mirada. Esperando.
viernes, 12 de agosto de 2011
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