Se armó de papel y bolígrafo. Se
encerró en una habitación y solamente dejó encendida una lámpara.
En un mes, tuvo lista la historia de su vida. Su alegre infancia. Su
dura adolescencia. Sus desamores. Sus fracasos. Sus victorias. Un
volumen de 200 páginas que encuadernó, numeró, corrigió durante
un mes y dio nombre. 'Cuidado'.
viernes, 27 de julio de 2012
La historia de su vida
lunes, 23 de julio de 2012
El reflejo
La veía siempre dos filas más allá, en el segundo asiento, justo detrás de la mujer del bolso y el hombre canoso. Con la camisa de flores, el pantalón roto por las rodillas y una pulsera africana. Todas las mañanas. En el reflejo la observaba durante minutos, hasta que le tocaba disimular que miraba a la calle a través del cristal. Cada uno de los días, imaginaba cómo sería su voz, su risa, si sería zurda o diestra y qué canción era la que escuchaba en su mp3.
Cuando pasaron los meses, su imaginación había creado una personalidad completa. Tanto es así que comenzó a soñar con ella. Primero los lunes. Luego los viernes. Y después los lunes, martes, miércoles, jueves y viernes. Y algún sábado. Soñaba que la llevaba a tirar piedras al río. A hacer puenting. A comerse un pollo asado en un acantilado. Soñaba que le llenaba toda la cara de nata mientras se dormía. Que conversaban bajo los aspersores. Que compraban libros y fascículos religiosos en un mercadillo.
Lo creó todo su mente. Él ni siquiera tenía que pensar en ella antes de irse a dormir. De una forma inconsciente, alcanzó una relación de ocho horas al día. Sin discusiones. En lugares como Roma, Londres, Valladolid, la Luna o Teruel. Y al despertar, ningún problema de la vida en pareja le incomodaba. Hacía vida normal. Y al subirse al autobús, allí seguía ella, como si no se hubiera enterado de nada. Como el primer día. Escuchando música, con el pantalón roto y con sus camisas de flores.
Hasta que un día, el autobús subió de precio. Lo ponía en un cartel. DIEZ CÉNTIMOS. “¿Diez céntimos?”, preguntaron a la vez. “Sí, diez céntimos”, contestó el revisor. Pagaron, y siguieron. Caminando hasta los asientos. En una discusión acalorada en la que estaban de acuerdo. Indignados como se encontraban los dos. Hasta que el viaje siguió su curso. Y le escuchó hablar. Y le miró a la cara. Y le preguntó su nombre. Y le contestó que Marta. Y que estaba encantada.
Y entonces todo comenzó a complicarse.
martes, 3 de julio de 2012
La herida
Tiene algo de sacarse una bala del cuerpo. De pegarse un trago de whisky. De escupirse en la herida. De quedarse tocado. De haber perdido en un duelo, en el que el brazo ha sido más lento que los reflejos del adversario.