Estudié en la Universidad. Reciclé. Compré café de comercio justo. Utilicé los intermitentes. Comí fruta cuatro veces al día. Aprendí inglés. Le recogí el pelo mientras vomitaba. Firmé en una carta de apoyo al Tercer Mundo. Invité a una copa. Le dije a la cajera que se quedara con el céntimo. Escuché sus problemas durante horas. Cedí el paso a los coches atascados. Apoyé el matrimonio homosexual y reivindiqué los derechos de los seres humanos. Enseñé desde cero a usar un programa. Me acosté de madrugada haciendo un trabajo. Le dije que la quería. Besé a mis abuelas y les aseguré que ellas eran las más guapas del mundo. Pasé la ITV. Pagué la Seguridad Social. Malviví para mantenerme. Creí en el talento. El esfuerzo. El mérito. La ilusión. Y la perseverancia. Confié en la política. Voté. Ahorré todo lo que tenía. Admiré el trabajo de mis padres. Me enamoré. Me rompieron el corazón. Me repuse. Amé mi trabajo. Viajé. Seguí una rutina. Pinté mi habitación. Me volví a enamorar. Aprendí a estar en silencio. A no sorber la sopa. Llamé de usted a las personas mayores. Traté con respeto a quien no lo merecía. Fui sincero. Pensé lo que decía. La amé con todas mis fuerzas. Ordené mis pensamientos. Dormí más de ocho horas. Confié en ella. Expulsé el USB con seguridad. Lavé las manzanas. Cambié el rollo de papel. Cedí el asiento. Sonreí con ganas. Jugué limpio. Fui feliz. Hice la cena. Dejé que ella se durmiera sobre mi brazo. Confeccioné listas. Tuve una agenda. Fui puntual. Solucioné problemas. Le cogí el teléfono a las 5 de la mañana. Me rompió el corazón. Entré en misa. Celebré un Mundial. Doné dinero. Me callé. Y así continué por si acaso algún día mejoraban las cosas.
miércoles, 20 de junio de 2012
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