Supongo que si habéis visto la portada de los periódicos o los titulares de los principales informativos os habréis enterado de la noticia. El rumor está en las calles. Y para evitar cualquier tipo de especulación, cualquier tipo de rumor que pueda crearse, prefiero ser yo el que salga al paso de las declaraciones. Así que, lo confirmo: me he afeitado la barba.
Y si habéis seguido viendo el informativo o si habéis leído la noticia en profundidad, habréis comprobado las múltiples muestras de dolor y lamento a lo largo y ancho de nuestro planeta. Y quiero dar las gracias a todos. A las niñas adolescentes que lloraban desesperadas, a las manifestaciones espontáneas en los países árabes con estandartes de mi foto barbuda y a esas mujeres que con sus brazos alzados clamaban al cielo. Gracias a las revistas que regalaban desplegables con mi barba para los más pequeños. Y gracias también a esas tiendas de moda que ahora retiran mi fotografía y la sustituyen por barbas más famosas como la del rey Juan Carlos o Casillas.
Porque se han hecho recreaciones visuales del momento con actores ficticios, infográficos y hasta esquelas llorando la pérdida. He encontrado micrófonos bajo el fregadero de mi baño, cámaras en el bloque de edificios de enfrente y un GPS en mi bolsillo y otro en la barba.
Pero sólo yo puedo contar la verdad de los hechos, lo que realmente me ha llevado a tomar la dura decisión de tener una cara virginal, limpia y pura. Porque la verdad os hará libres y las especulaciones esclavos de la incertidumbre. O una de esas frases que se suelen decir en las películas de abogados cuando el representante del acusado se dirige al jurado.
La verdad es esta. Por la mañana me he levantado y, como siempre, he ido al baño a lavarme la cara. Ahí ha empezado todo. Al principio miraba mi barba satisfecho y orgulloso: había conseguido estar más de dos semanas sin tocármela y aquello ya tomaba una forma bastante consistente. Me hacía un bohemio interesante y maduro. Pero cuando he mirado si algún pelo destacaba más de lo debido, ahí me he dado cuenta de que tenía que coger la cuchilla: había pelos pelirrojos.
Y lo siento por los pelirrojos. Los quiero y los adoro, y si algún día tengo un hijo me gustaría que fuera como Teo. Pero la barba pelirroja es extraña. Si no mirad a Xabi Alonso o a Pablo Motos. La barba pelirroja da miedo. Recuerda a algún autorretrato de Van Gogh o al Capitán Barbarroja. Y no tengo nada en contra de los pelirrojos, de hecho veo El Hormiguero y Van Gogh es uno de mis pintores favoritos. Pero son raros. Y cuando he visto que tenía unos pelos negros, masculinos y varoniles, y otros rojos y extraños, he decidido pasar la cuchilla.
Ha sido difícil, porque se atragantaba. Pero a base de esfuerzo y paciencia he conseguido cortar el césped y acabar con las malas hierbas. Siento decepcionar a todos aquellos que se ilusionaron con el proyecto, a aquellos que soñaron con acariciarme la barba o dormirse encima de ella. Pero no quiero acabar como el náufrago, no quiero ser Van Gogh, no quiero cortarme una oreja. Llevo gafas, y las necesito a las dos.
lunes, 31 de agosto de 2009
Long Brown Beard
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