domingo, 25 de octubre de 2009

Espejito espejito



Hoy era mi segundo día de prácticas en Diario de Navarra. Si leéis las apasionantes crónicas de los partidos de Tercera, quizás encontréis mi nombre por alguna parte. Son mis primeros pasitos como periodista, mi primer sondeo del terreno, mi primera vez entrando a una redacción.

Ayer era el típico chaval con cara de despistado que no se entera de nada. Ese que pregunta dónde está la redacción de deportes y que cuando ya se ha ido, la gente comenta lo apuesto y guapo que es. O lo que sea.

Diario de Navarra es un edificio inmenso. Inmenso para lo que suele ser habitual en una redacción local de nivel medio, e inmenso también para un estudiante de periodismo que entra en una redacción por primera vez.

Al entrar, todo es como en las películas. Gente en sus escritorios, teléfonos sonando, bolígrafos en la boca, camisas remangadas y el sonido de los teclados. Hombres forajidos del oeste que parecen traerse entre manos asuntos de vital importancia. Da la sensación de que las opiniones, las historias, la información y las noticias son ríos de tinta que acaban desembocando siempre en esa redacción.

Diario de Navarra está en el polígono de Cordovilla. Desde mi casa hasta allí hay unos 20 minutos, 15 si no valoras tu vida o tienes mucha prisa. Para entrar, hay una garita de vigilantes con los cristales tintados, que es desde donde te abren la puerta para aparcar el vehículo.

Hoy, he hecho por primera vez todo ese ritual. Llegar con mi coche, parar y esperar. Sin embargo, había algo que no me esperaba. A la entrada, fuera de la garita, un hombre vestido de vigilante sujetaba un palo largo que acababa en un espejo redondo inclinado. Cuando he detenido el coche, el hombre me ha rodeado: estaba pasando el espejito por los bajos de mi coche, controlando si algo sospechoso pudiera ir adosado a los bajos.

Esto es un periódico, esto es Navarra, y esta es una de las cosas que deseo que terminen cuanto antes.

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