martes, 29 de julio de 2008

Putas

En Madrid hay muchas cosas. Putas también. Muchas. Por doquier. No hay que buscarlas, no; te las encuentras sin querer. Como a los gilipollas. Vas por la calle y ¡zas! Da igual que vayas solo, acompañado, con la familia o con tu primo pequeño: la suerte siempre es la misma. Si es mala o buena lo discuten con el genio Pérez-Reverte, que de esto sabe mucho. Yo a lo mío. A las putas.

¿Las hay de todas las clases? No. Las hay de muy diversas clases, colores, edades y sexos (sí, y sexos, lo pillan, ¿no?). Pero faltan algunas. Madrid, en ese sentido, y en otros, pero para eso no tengo tiempo; decía que Madrid, en ese sentido, es como un Zoológico: tiene mucha fauna pero no guarda a todos los animales habidos y por haber.

Entre todo ese cariño negociable, encontré hará dos semanas a una muchacha diferente. No porque tuviera algún rasgo físico sobresaliente o un defecto notorio. Era, a simple vista, como todas. Como todas las putas de Madrid, se entiende. No como todas las mujeres, Dios me libre de semejante sentencia. Ella, como sus colegas de oficio, vestía poco y mal, con un cinturón más bien ancho y apretado que le tapaba lo justo (o menos), de un color verdoso que nunca, ni en los ochenta, ha estado de moda ni en Madrid ni en Sri Lanka. Nunca. Lo juro.

Y comía una hamburguesa de dimensiones titánicas. "¡Qué antierótico!", pensé. Pero no me di cuenta, en aquel momento, de lo que cada mordisco de gula escondía: las putas también están de crisis. Ella, llamémosla Patrocinia, ha notado que los clientes frecuentan cada vez menos su esquina. Y la de sus compañeras, pero eso como que no le importa demasiado. ¿Qué hacer?

Patrocinia tiene que seguir comiendo, bebiendo, quizá drogándose (o no, pero quizá sí), por lo que le es indispensable asegurarse un salario suficiente. La demanda ha bajado, pero ella no puede bajar los precios porque se quedaría sin un margen suficiente de beneficios. Puede buscar alternativas para su negocio.

No es tan fácil. Podría probar con la internacionalización de sus actividades, pero probablemente no cuenta con capital suficiente para emprender la aventura. Podría apostar por la concentracíón de su negocio, aunque ya se sabe: "de puta a puta taconazo". El riesgo que asumiría difícilmente podría compensarse con los ingresos. ¿Qué solución le ha dado a la crisis nuestra Patrocinia?

Ha desarrollado, tras un minucioso estudio del mercado, una campaña de márketing dirigida a un nicho concreto: los hombres que se sienten atraídos por las mujeres que se zampan una enorme hamburguesa. Todos aquellos hombres que encajen en este perfil elegirán, entre todas las putas de La Montera, a nuestra Patrocinia. Asegura así un flujo constante de clientes por sólo una mísera inversión en hamburguesas.

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