viernes, 30 de enero de 2009

Hasta descongelarse



El aburrimiento congelaba las aceras. Las calles estaban desiertas, como un día en toque de queda. Los dueños paseaban a sus perros y algunos, en zapatillas, salían a comprar el periódico.

Yo contaba los pasos para olvidarme del frío. No podía quitármela de la cabeza. Andaba cabizbajo, encogido. Todo parecía estar inexplicablemente relacionado. Lo de ayer ya era hoy.

Alcé la vista. Al fondo, como en una nube de niebla, una multitud enloquecida gritaba sin parar. Cerca, comprobé que se encontraban a la puerta de un juzgado. Quise saber a quién gritaban:

– A un maldito al que acaban de juzgar
– ¿Qué es lo que ha hecho? – pregunté
– ¿No lo sabes? – dijo, señalando a un periódico que tenía entre las manos

“Será condenado a pena de muerte”, decía la portada. Al parecer, el hombre había ocupado la primera plana desde hacía unas semanas. Yo no había ojeado la prensa hacía meses.

Pero, “¿qué es lo que ha hecho?”, me pregunté. Abrí la primera página y leí el editorial: “El hombre, de 52 años, será juzgado esta misma mañana por causar daños irreparables a la sociedad. Su despiadado invento ha hecho sufrir a millones de personas en todo el mundo. Creemos que la pena es justa.” Al final, dedicaba su artículo a Ana y Claudia, sus dos hijas.

Dejé de leer. En ese momento, un hombre calvo salió tropezando por la puerta de los juzgados, rodeado por diez agentes de la policía. La prensa, los micrófonos y los flashes se abalanzaron sobre él con tímida cautela: era un hombre peligroso. Tapaba su rostro con una chaqueta, enseñando al viento únicamente los brazos. En el izquierdo, con grandes letras, se podía ver tatuada la palabra “EROS”.

La gente comenzó a gritar y a escupir. Los codazos y empujones me dejaron solo en aquella acera, mientras el resto escalaba por llegar al último y más alto de los escalones. No pude saber el nombre de aquel tipo. "Cabrón Malnacido", le llamaban algunos. Supongo que no sería aquel su verdadero nombre.

Yo caminaba hacia atrás. Escuché unas voces y me di la vuelta. Había mucha niebla. En la calle de enfrente, un grupo de personas organizadas permanecía estático detrás de una pancarta: “Simplemente, gracias”, rezaba. No parecían muy disgustados. Cantaban, aplaudían e incluso algunos bailaban. No parecían agitados. No entendía nada. Me acerqué.

– ¿Quién es ese hombre y qué es lo que ha hecho?
– Ese hombre me ha hecho ser la mujer más feliz del mundo
– Pero, ¿qué inventó?

Sin dejarme terminar, cogió a su marido por el brazo y lo besó con pasión. Parecía como si acabaran de comprometerse. Parecían tenerse el uno al otro.

Pero me dio igual. Seguí caminando. No podía quitármela de la cabeza. A decir verdad, me daba igual si aquel hombre iba a ser juzgado, si lo mataban o si tiraban su cuerpo a los perros. Simplemente quería sentir el frío de aquella mañana. Congelarme de aburrimiento.

jueves, 29 de enero de 2009

3 años, 2 meses, 14 días y 16 horas

Todo flota,

y a veces se detiene,
para ser nuestro destino.

Pero en otras ocasiones,
nuestro destino,
sigue su propio camino.

Corriendo, llega el fin de tus alientos.
Parando, se te lleva el viento.
Sueñas con un milagro.
Después, con varios.
Tal vez puedas volver a correr.
Tal vez te falte entereza.
Seguramente ambas.

Todo flota,
y a veces se detiene.
Y a veces,
sigue su camino.



lunes, 26 de enero de 2009

Aprendre

Ahora que estamos en esta época caótica, sufridora, de noches largas y oscuras, negras como el café que nos tenemos que tomar para aguantar estos raticos que nos faltan para acabar de repasar a última hora; ahora que nos dicen que es el momento en que tenemos que instruirnos, que nos tenemos que labrar el futuro; ahora que dependemos de una nota para poder pasar un tranquilo verano o un mejor curso; en este momento, es cuando me vuelvo vago. He tenido cuatro meses para hacer cualquier otra cosa. Sin embargo, ahora es cuando me apetece leer el libro que no puedo, salir a dar la vuelta que no he dado, dormir los ratos que he perdido, ver las películas que tengo desde hace meses o escucharme los discos y canciones que no he podido.

Aunque a veces caigo en la tentación. Por un rato de descanso no pasa nada, me digo. Y los ratos se vuelven horas. En uno de esos descansos me escuché una canción que merece tiempo y reflexión. Se llama Aprendre (aprender) y es de otro genio empordanès: Lluís Llach. Pero no se trata de un aprender mecánico o teórico, sino de un aprender vital, tierno, amable.

Un aprender constante. Para no olvidar quiénes somos, primero hay que aprenderlo. Día a día, hay que observar, estudiar, criticar para mejorar. Esto es lo que de verdad hay que aprender. Como bien dice él: "aprender es un oficio extraordinario que nunca se acaba". Este señor tiene la virtud de vertir en palabras lo que los otros sólo intuimos.

El vídeo es del concierto de su despedida, en Verges (Baix Empordà). Antes de la canción, alaba a los espontáneos que suben al escenario para reclamar la libertad de una anarquista en prisión. Transcribo la magnífica letra en catalán e intentaré traducirla abocando en la medida en que pueda el significado en castellano.



Aprendre
que res no acaba si dintre meu abans no acaba,
que el sol no es pon sense tornada si en el teu cor esclata l’alba.
Aprendre que l’esperança és mentida si no hi ha cada dia un esforç pel nou demà.
Aprendre a estimar-se la vida quan la vida fa mal.

Aprendre
que si un infant mata la meva mà no és massa estranya,
que n’és, de trist, si un infant mata! enllà i aquí mor la tendresa.
Aprendre que potser aquesta tristesa és només un refugi per no dir-se a un mateix
que és tant més trist, perquè és tan necessari, és tant més trist.

Aprendre
a estimar-se la vida
i que res no acaba si tu no vols,
que el sol no és pon sense tornada
si l'alba és el teu cor.

Aprendre
que en certesa, res no tinc si no m’ho dónes.
A fer que el cor sempre es commogui pel fràgil gest de la bellesa.
Aprendre que sóc només si existeixes i és aquesta mesura la que vull i em defineix.
Aprendre per saber-se desprendre, vet aquí el vell secret.

Aprendre...


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Aprender
que nada termina si antes no termina dentro de mí;
que el sol no se pone sin regreso, si en tu corazón estalla el amanecer;
aprender que la esperanza es mentira si no hay todos los días
el esfuerzo por un nuevo mañana;
aprender a querer la vida, cuando la vida hace daño.

Aprender
que si un niño mata mi mano no es del todo extraña;
¡qué tristo es si un niño mata! allí y aquí, muere la ternura.
Aprender que quizá esta tristeza es tan solo un refugio para no decirse así mismo
que es tan triste porque es tan necesario, es tanto más triste.

Aprender
a querer la vida
y que nada termina si tu no quieres;
que el sol no se pone sin retorno
si el alba es tu corazón.

Aprender
que con certeza, nada tengo si tu no me lo das
a conseguir que el corazón siempre se conmueva por el frágil gesto de la belleza.
Aprender que soy sólo si existes, y esta es la medida que quiero y me define.
Aprender para saber desprenderse, he aquí el viejo secreto.

Aprender...


jueves, 22 de enero de 2009

Día D


Son días de café, madrugadas, tapones, esquemas, duchas frías, subrayadores… La gente parece prepararse para el Día del Juicio Final, donde aquellos que disfrutaron plácidamente de sus Navidades serán juzgados por sus pecados.

La batalla se prevé larga e intensa. Ingentes hordas de estudiantes luchan contra el destino y la voluntad del tiempo para tratar de conseguir así el ansiado “limpio verano”. Aquel que lo consiga será admirado hasta el fin de sus días. La conquista del verano es la conquista del Cielo, del Paraíso.

Pero primero hay que luchar, hay que entrar al campo de batalla. Eres tú o los apuntes, los apuntes o tú. Solos, es una cuestión de honor. Quien desenfunde más rápido se llevará el gato al agua. Si los apuntes te superan, solo verás en ellos infinitas líneas de colores.

Y hoy hemos empezado. Las clases se suspenden y los hijos se marchan a sus casas para preparar el combate. La estrategia está clara y bien definida: los primeros días se ataca a lo más peligroso, a lo más importante. Esos días de invasión son fundamentales: una victoria desmoraliza al enemigo y lo hace más débil. Una derrota deja diezmada la moral de tus tropas y les hace ponerse en lo peor, la retirada.

Nos cuentan los veteranos que todos debemos pasar por esto a lo largo de nuestras vidas. Que solo se es un hombre completo cuando se han superado este tipo de pruebas. Que las cosas ya no son como antes, que ahora la cosa es mucho más sencilla. Yo no les creo.

Mi mochila es la de un soldado raso sin condecoraciones. Mis apuntes, un arma cosmopolita. Por un lado están los míos, los artesanales, que en un intento de aunar lo tradicional y lo simple demuestran la importancia de los viejos valores. Por el otro, aquel material que nuestros antepasados trataron de reunir y perpetuar en el tiempo... pasándolos a ordenador, o a máquina, según la época. Apuntes multigeneracionales que han pasado por todas las manos, cuyos espacios en blanco son todo un poema, un muro de las lamentaciones.

En la primera hoja, escrito con rotulador, se lee: “PODEMOS!”. Más adelante, y en uno de los laterales, se aprecia: “Yes, we can!”. Parece que el 2008 fue el año de los eslóganes… A la Selección y a Obama les funcionó. ¿Les funcionaría también a ellos? Y lo que es más importante, ¿me funcionará también a mí?

Ya por el final, donde suele escasear el café y los párpados se rinden, la cosa es un horror, Satanás se apodera de ellos: “¡¡¡04:52!!! ¡Me quiero morir!”, “3:30, ¡no puedo más!”. A su lado, dibujos terroríficos de muñecos ahorcados, rayajos sin sentido, oscuridad.

Y sí, lo primero podría resultar gracioso, e incluso útil en algunos momentos. Nunca viene mal una mano amiga que te coja del sillín y te empuje para subir más liviano.

¿Pero lo segundo? Lo segundo me da miedo... No quiero convertirme en eso.

Fuerza y honor.

miércoles, 14 de enero de 2009

Quién fuera preso...

Esta tarde ha aparecido una noticia en los periódicos digitales bastante curiosa. En El Mundo lo llaman "porno"; en La Vanguardia, "show"; en Público, "número"; ABC concreta: "espectáculo navideño".

Ocurrió en una cárcel de Valencia, en concreto en Picassent, el pasado 2 de enero. Público describe: "Un salón de actos repleto de presos. Un escenario al que se encarama una joven que comienza a quitarse la ropa hasta quedar completamente desnuda. Baja al patio de butacas y se da un paseo delante de los sorprendidos internos antes de subir de nuevo al escenario y continuar con su número". El Mundo detalla: "Se cubrió el cuerpo con leche condensada y efectuó tocamientos a los reos".

Hay una discrepancia entre el número de presos que asistieron a este navideño espectáculo (aunque no sé ver la relación entre el striptease y el nacimiento de Jesucristo, habrá que preguntárselo a los del ABC). Como si de una manifestación se tratara, unos dicen que fueron 200 y otros, 300. Sin embargo, el periódico catalán destaca que entre los reclusos se encontraban algunos "condenados por delitos contra la libertad sexual y de violencia de género".

Eso sí, en lo que los cuatro periódicos antes citados coinciden es que no pasó nada grave. Todo ocurrió bajo absoluta normalidad, sin ningún incidente e Instituciones Penitenciarias afirma "que no hubo frases malsonantes ni ofensivas". Faltaría más, no sé por qué se presupone que podría haber habido expresiones ofenisvas.

Sin embargo, algunos periódicos manifiestan que algunas funcionarias se sintieron "totalmente degradadas, y algunas abandonaron el lugar por temor a su integridad". El DRAE define como integridad: 1. Cualidad de íntegro; 2. Pureza de las (sic) vírgenes (¿eso significará que los hombres no tenemos integridad?).

Considero dos hechos todavía no mencionados de vital importancia: primero, nos ha salido gratis. Es decir, la striper actuó durante los diez minutos de espectáculo navideño sin cobrar, ni a los presos ni a los contribuyentes que pagan la prisión. Segundo, el director de la prisión ha declarado que llegó tarde: "cuando todo ya había acabado". Me parece fatal que se perdiera el acto que más van a recordar sus presos cuando salgan de la prisión.

Hay una cosa que no entiendo: si la cárcel sirve para reintegrar a los presos en la sociedad, ¿por qué no ocurre esto en la misma sociedad?

lunes, 12 de enero de 2009

En el asiento trasero

- Pero cariño…
- Ni pero ni nada, ya hemos hablado de esto, no tengo ganas.
- Pero llevamos más de un mes sin hacer el amor…
- Pues tendrás que aceptarlo, no te queda otro remedio. Estoy pasando una mala racha. Ya vendrán tiempos mejores.

Apagó la luz y se tumbó. Un mes, un mes sin hacerla mía, un mes sin sentirla mía. Demasiado tiempo... Pero el problema no estaba sólo en la cama, el problema estaba en la relación. Ya no había confianza, ya no había amor. Apenas hablábamos y cuando lo hacíamos, sólo tocábamos temas superficiales como la comida o el tiempo. Ella tenía que haber encontrado a otro, no había otra explicación. La miré, estaba preciosa, hasta con el pelo alborotado lo estaba. Me dieron ganas de besarla, tenía unos labios tan sugerentes… Sus enormes ojos se ocultaban tras la cubierta de sus párpados. ¿Cómo podía haberse dormido? A mí todavía me quedaba una larga noche por delante, una noche de preguntas sin respuesta.

A las 8:00 sonó el despertador. Por lo visto había conseguido dormir un rato, pero no lo suficiente, me sentía agotado. Me levanté de la cama, desayuné de malas maneras, me duché, me vestí y salí de casa con ganas de no volver nunca más. Bajé al garaje a por mi taxi; seguía ahí, por supuesto, siempre fiel a mí. Estaba impoluto, le había sentado bien el lavado de ayer. Me subí con la intención de alejarme lo más posible de mi barrio, me deprimía. Para cuando quise darme cuenta ya estaba a las afueras. Me paré, necesitaba estar un rato a solas. Pero no iba a ser posible, alguien se montó.

- ¡Buenos días, caballero! Al Corte Inglés. – Al Corte Inglés… El Corte Inglés estaba al lado de mi casa; parecía como si Dios se estuviera riendo de mí. Por lo menos me iba a llevar una buena recompensa, el centro estaba lejos y el hombre parecía tener dinero. Iba impecable, vestido con un elegante traje de etiqueta y con un majestuoso y colorido ramo de flores. Era alto y tenía muy buena planta, además de un seductor acento argentino. Sonreía, sonreía por los dos. Rara vez hablaba con los clientes, pero éste había conseguido despertar mi curiosidad.
- Va usted muy elegante, no va a haber quien se le resista – le dije con simpatía.
- ¡Ja, ja! – rió sanamente - Es usted muy amable. Tengo que reconocer que me he arreglado un poco, la ocasión lo merece.

Le sonreí, me había caído simpático. En el fondo me apetecía saber adónde iba, pero no quería que pensara que era un cotilla. Él puso algo de su parte.

Sigue leyendo...



- Seguro que usted se arregla mucho para sus citas. A las mujeres les gusta que nos cuidemos.

Pensé en la última vez que me había puesto guapo para ella. Fue hace mucho tiempo. Habíamos pasado una pequeña crisis por mi culpa y decidí recompensarla con una cena.

- ¿Va usted a una cita? – pregunté buscando saciar mi curiosidad.
- Sí, he quedado con una mujer muy linda. No hace mucho que nos conocemos pero parece que la cosa funciona. A ver qué tal hoy – me lanzó una mirada de complicidad.

El viaje prosiguió, aún quedaba un rato de trayecto y el tráfico no ayudaba.

- Siento la tardanza, hay mucho atasco – me disculpé.
- No se preocupe, lo importante es llegar.
- ¿Es usted de aquí? De España, me refiero- pregunté, aunque la respuesta estaba bastante clara.
- No, soy argentino. Hace poco que llegué a España, vine por motivos de trabajo. Argentina atraviesa un mal momento.

No quería entrar en temas políticos, no era mi fuerte. Me volví a encerrar en mis pensamientos. ¿Qué estaría haciendo ella ahora? Seguro que me había precipitado, seguro que me seguía queriendo, no habría otro hombre. Sólo sería una mala racha como me había dicho. El argentino me devolvió al mundo real.

- Perdone, ¿está usted bien? Tiene mala cara.
- Sí bueno… es que no he dormido muy bien. Problemas de pareja, ya sabe.

- ¡Vaya! Ahí no me meto. Pero estese tranquilo, usted parece un buen hombre, ya verá como todo vuelve a la normalidad.
- Gracias, caballero, agradezco oírlo.
- No hay de qué. Por cierto, me llamo Leonardo. Un placer haberle conocido- me extendió la mano.
- Igualmente, yo soy Emilio – le apreté con fuerza.

Ya habíamos llegado a nuestro destino.

- Bueno Leonardo, es aquí. A este viaje invita la casa.
- Eso le gustaría a usted. Tome anda, quédese con el cambio – me dijo riendo mientras me extendía un billete de 50 euros. Lo acepté, no me vendría mal algún dinerillo extra.

Me quedé mirándole desde el taxi, como el padre que espera en el coche a que su hijo entre en el colegio. Estaba como atontado, era lo más cerca que había estado nunca de enamorarme de un hombre. Por lo visto, no había quedado en el Corte Inglés. Se dirigía hacia mi portal, ¡qué casualidad! ¿Qué casualidad? Ese traidor era el amante de mi mujer y yo lo había llevado hasta la puerta de mi casa para que juntos pudieran dar rienda suelta a su amor mientras yo trabajaba. Pensé en ir detrás, en partirle la cara ahí mismo.

Permanecí inmóvil, esperando algo parecido a una solución divina. Pero ésta no iba a llegar si no la buscaba yo. Me vino a la mente aquella pistola que escondí bajo el asiento poco después de que casi perdiera la vida en un atraco. Pero… ¿qué arreglaría matándolo? Pensaba mientras subía las escaleras de mi piso. Ya estaba en mi rellano, enfrente de mi puerta, armado con mis llaves y con la pistola. Abrí tímidamente, como el marido que llega borracho a las 5 de la mañana. Pero ni eran las 5 de la mañana ni iba borracho. Nunca había ido tan sobrio. La puerta de nuestro dormitorio estaba cerrada. Quité el seguro de la pistola. Lo había decidido, mataría a ese cabrón. Abrí de golpe y allí estaba… allí estaba mi mujer, sola, dormida y envuelta por un halo angelical. No pude evitar deshacerme en lágrimas… ¿Cómo me había planteado matar a alguien? Guardé la pistola y salí de casa. En ese momento, Leonardo salía de la puerta de enfrente agarrando a mi vecina de la mano.

sábado, 10 de enero de 2009

Pasados los reyes, empiezan las reclamaciones

Cuenca, 10 de enero del 2009

Queridos Reyes Magos:

¿Ser bueno es aprobar inglés? Sé que es una pregunta rara pero es que me habéis dejado un poco descolocado con vuestros regalos. No sé si os acordaréis de mí, soy Jorgito, el de Cuenca. Hace una semana os escribí una carta pidiéndoos la Nintendo Wii. Llevo mucho tiempo queriendo que me la compren pero como es muy cara, me dijo mi madre que os la pidiera a vosotros. Me aseguró que si me portaba bien durante el año, vosotros os encargaríais de mi regalo. Y así lo he hecho, vamos al menos eso creía; he ayudado todos los días en casa: he sacado a mi perro, me he hecho la cama y… ¡hasta he jugado con mi hermana! En el colegio también he destacado por mi buen comportamiento: he sacado muy buenas notas (menos en inglés, ya lo siento, pero es que el inglés se me da fatal), he sido bueno con mis compañeros jugando con quien nadie quería jugar, ayudándoles con los deberes…; además, no he molestado a los profesores durante las clases.

Y claro, llega el día de Reyes y yo entusiasmado (no pude dormir en toda la noche) abro los regalos y ni rastro de la consola. Lo primero que hice fue preguntarle a mis padres: “¿Papás, vosotros creéis que he sido bueno?”, a lo que ellos contestaron: “Sí hijo, estamos muy orgullosos de ti”. A mí esa respuesta no me sirvió de consuelo ya que los que realmente sabéis si somos buenos o no sois vosotros que todo lo veis. Y si vosotros habéis decidido no regalarme la videoconsola es que no creéis que haya sido un buen chico, y como dice mi abuela, los niños malos van al infierno.

Lo que más me ha dolido de todo esto es que al chulo de la clase, Rubén, que tira del pelo a las niñas, que nos baja los pantalones a los chicos, que no escucha a los profesores y que ha suspendido todas menos inglés, sí que le habéis regalado la Wii. Y eso me ha hecho pensar: si yo me he portado bien pero he suspendido inglés y no me habéis traído la consola y él se ha portado mal pero ha aprobado inglés y se la habéis traído… ¿ser bueno es aprobar inglés? Por favor, decidme algo.

Un saludo de vuestro amigo

Jorgito

(Algunos) catalanes también se sienten españoles

"Catalunya puede prescindir del universo entero y sus vecinos no pueden prescindir de ella" (Voltaire)
(Jap, El Punt)

El otro día leí en e-notícies una información de gran interés que se titulaba así: Catalanes orgullosos de ser españoles.

Se ve que en la revista para intelectualas Elle han publicado un reportaje donde varias "personalidades catalanas reivindican la marca España y están orgullosos de su país [en este caso, España]". Las "personalidades" en cuestión son cuatro deportistas: Pau Gasol, Gemma Mengual, Dani Pedrosa y Gisela Pulido; un publicista (Lluís Bassat) y una joyera (Rosa Tous); dos artistas (Montserrat Caballé y Jordi Labanda); la modelo Judith Mascó; el dramaturo Albert Boadella y, ya por último, los brillantes cómicos que forman la compañía del Tricicle (que son tres).

Voy a pararme un momento para explicar quién es Gisela Pulido, más que nada porque era la única que no conocía. Es nada más y nada menos que la campeona de kitesurf. Sí hombre sí, este deporte que requiere una capacidad de análisis y disección política sin parangón. Tampoco está de más decir que esta chiquilla tiene catorce años. Ella, igual que los otros deportistas, se siente orgullosa de su españolidad porque, como es española, "los deportistas extranjeros quieren estar cerca de nosotros y, sin duda, ¡somos los más divertidos!". Claro, y luego les hablan de la siesta, los toros i la pael·la.

Pero no es eso de lo que quería escribir. Creo que hay que pensar un poco sobre esta noticia. Sobre todo, el porqué se ha publicado. Cuando uno llega a este punto empieza a ponerse contento y a ver las cosas un poco mejores. ¿Por qué, por ejemplo y con todo el respeto, no publican ninguna noticia sobre los murcianos que se sienten orgullosos de ser españoles? ¿Podría ser que fuera porque ya se presupone su orgullo hacia la brillante nación española? En cambio, hacia qué se siente orgullosos los catalanes es más dubitativo.

En este punto es donde entra la maquinaria nacionalista española (el nacionalismo español existe) y tiene que demostrar que España es una y no hay diferencias ni grietas en el sentimiento pasional ante la nación. Que en España todos se siente orgullosos de ser españoles. Incluso los catalanes.

Y esto me gusta. Me gusta que esta revista se haya tenido que gastar dinero en hacer un inútil reportaje sobre el sentimiento español de algunos catalanes (representativos o no de la sociedad catalana). Me gusta que se preocupen sobre si en Catalunya hay sentimiento español, y en cambio no lo hagan en Murcia.

¿Tendrá algún fundamento esta preocupación?, ¿habrá gente en Catalunya que no se sienta española?, ¿realmente todo el mundo se tiene que sentir orgulloso de pertenecer a un territorio?

lunes, 5 de enero de 2009

Baltasar es negro

Sergio Ramos haciendo de Baltasar en Camas
(www.elpais.com
)

Se habla de que puede ser este el año de Obama, si no lo fue 2008. Se habla de un cambio de mentalidad en la sociedad occidental: la llegada de un negro a la Casa Blanca es un paso hacia delante en la conquista por los derechos humanos y la igualdad entre las personas.

Da igual el color, la raza o el sexo, todos somos iguales. No hay nadie que por naturaleza sea superior al resto. Y esa debe ser la premisa fundamental que vertebre el desarrollo de cualquier sociedad.

Pues bien, aquí en España, donde muchos sectores presumen de encabezar esa lucha por la igualdad, vemos cómo se envían mensajes contradictorios.

Hablo de la cabalgata de SSMM los Reyes Magos. Estoy harto, harto hasta decir basta, de ver Baltasares blancos con la cara pintada de negro. ¿Es que no hay negros en España? ¿No pueden los negros participar en la cabalgata? ¿Qué pasa si llueve? ¿Y si Baltasar te da un beso y te mancha?

* Atención al brazo del Baltasar (Sergio Ramos) de la foto.
* Buscad por ahí Baltasares blancos, ¡serán bienvenidos en los comentarios de este post!

jueves, 1 de enero de 2009

Solución

Antes de conocer quién ha ganado el jamón vais a tener que leer un poco, si os duele la cabeza por alguna razón misteriosa podéis ir directos abajo.

En primer lugar, la mayoría de la gente que habéis contestado, entre los de aquí y otros en persona, habéis planteado que la clave estaba en ofrecer algo peor a menor precio. ¿Quizá por ser Latinoamérica? Me puedo imaginar que si hubiera hecho esta misma pregunta sobre Japón las respuestas se habrían inclinado por una producción tan eficiente que abarataba costes, y éste es el mismo caso.

Parece lógico pensar que con los avances técnicos los precios bajen, es decir, necesitemos menos tiempo de nuestro trabajo para intercambiarlo por cierto servicio, sin embargo solemos ver precios más baratos en países que cuentan con menor tecnología. Esto se debe en parte a la menor demanda y en parte a los bajos costes de producción.

No obstante, esos costes no se pueden aplicar a todo el producto, cabe esperar que el sueldo del conductor sea menor pero no el precio del autobús o el de la gasolina. El precio de ésta no es que sea menor en Chile (unos 0,60 euros el litro) sino que es mayor en España por los impuestos especiales. Es una ayuda al precio aunque, como vemos, no justifica toda la diferencia.

Me dijo un amigo en Zaragoza que no es bloggero pero que nos lee que era imposible sacar una solución, que cada cual tenía la suya. Esta opinión está bastante difundida, pocos días después de volver yo de Chile aparecía Zapatero por la televisión diciendo que como esta crisis era distinta a las anteriores había que combatirla con medidas distintas.

No sé muy bien qué tendrá está crisis de diferente, es un producto que se vendía más caro de lo que valía por su utilidad real (es decir, se utilizaban los pisos como un dinero con más intereses, como ya se había hecho antes con los tulipanes en Holanda en el siglo XVII, por ejemplo) y cuando se descubre que ese "dinero" na vale nada unos cuantos se arruinan, la demanda se contrae y hay paro, bajan los sueldos...

Ya conocemos la afición que tiene el Presidente por el relativismo, que sin duda está muy bien si estás discutiendo en el bar y al final te quedas sin ideas o te aburres y para zanjar la discusión acabas aceptando que cualquier opinión vale, que sólo hay que saberla mirar bien. Como he dicho, está bien para el bar, pero no para subirse a una tribuna a anunciar un aumento del gasto social para empezar y una subida del sueldo mínimo a los 800 euros al terminar el mandato.

Las soluciones son una o muy pocas. Como algunos saben, soy jugador habitual de Civilization IV, un juego de estrategia por turnos que recorre toda la historia. En un foro sobre ese juego hacen competiciones cada dos meses (son partidas largas) en las que se plantea una situación de salida y se juega la partida para ver qué estrategia aplica cada uno y con qué resultados.

El resultado de la penúltima partida fueron unas 15 victorias de unos 20 participantes, aunque los tres primeros estaban a mucha distancia del resto en puntuación. Preguntados por la estrategia que habían seguido, respondieron que de entrada habían investigado la Forja del Bronce para seguir con la Ganadería mientras construían un trabajador y después un guerrero.

Para que os hagáis una idea, se pueden investigar 8 tecnologías iniciales y de cada una se derivan otras, por lo que la probabilidad de elegir ésas en ese orden sería de una entre 80 aproximadamente. Si además tenemos en cuenta que hay 5 construcciones posibles tenemos que hay 5 x 4 probabilidades de elegir ésa, y mezclándolo todo nos da una posibilidad entre 1600 de seguir ese camino. Si tenemos en cuenta que fueron 3 de 20, las probabilidades serían de 1600 x 1600. Creo que se hace así, de todas formas la cifra es tan aplastante (uno entre 2560000) que no deja lugar a dudas de que no fue casualidad.

Algunos de los que ganaron aducían que había distintas posibilidades estratégicas, que una había funcionado mejor pero que ellos también habían ganado. Frente a la solución, relativismo, imposible de rebatir porque como todo vale... Sin embargo, en la siguiente partida se subió el nivel de dificultad: ganaron 5 de 20, y entre esos 5, casualidad, estaban los 3 con mayor puntuación de la partida anterior. El juego permite ganar aunque sólo se juegue medio bien para no frustar al jugador, pero conforme aumentamos el nivel de dificultad comprobamos que la solución está más cerca de ser una.

En un juego con millones de variables y un buen grado de información que desconocemos (mapa, enemigos...) es bastante tentador decir que las posibilidades son mayores, pero cuando jugamos a un juego de acción más directa, por mucha libertad que nos parezca que ofrece, vemos que la solución es una.

En Santiago había unos cuantos locales con máquinas antiguas y muchos días iba a jugar y a ver jugar (cada cual hace el turismo que le da la gana). En una semana, dos personas que probablemente no se conocían de nada terminaron el Metal Slug de una forma casi idéntica. Cuando un amigo me enseñó el juego hace unos años jugó de una forma muy diferente, pero el asumía que era un juego que no se podía superar sin continuar mientras que los tíos aquellos de las recreativas querían rentabilizar su dinero.

Como podréis suponer a estas alturas, la solución es una: la libre competencia. Mi autobús no era el más cómodo ni iba por autopista, había otras compañías que ofrecían coches-cama o autopista a un precio competitivo, pero no me interesaban. Lo siento, no hay jamón.

Luz de niebla


Conducían una vespa vieja entre la niebla, desorientados. Trataban de distinguir algo más allá de la rueda delantera. La luz trasera se perdía reflejada en el polvo de las nubes, esparciendo un rastro rojo difuminado.

La moto era el burro de Sancho Panza y la panza eran los sacos, mantas y mochilas, agarrados con cuerdas y bridas a los lados. No iban rápido porque no podían ir rápido. Tampoco se atrevían.

Les atrapaba la noche. Las calles de Italia escupían fogonazos de luz débiles y anaranjados, acompañados por el traqueteo de una moto vieja y unos adoquines irregulares.

En uno de los giros, el neumático delantero se perdió en el asfalto y tropezó con el tacto de una alfombra verde y embarrada. “Un buen sitio para echarse a dormir”, pensaron.

A la mañana siguiente, el sol se encargó de dar luz al viaje: devolvió las nubes al cielo y trajo los rayos que iluminaban con fuerza el paisaje.

Entonces, una porra de madera les golpeó suavemente el trasero. “Qui non è possibile accamparsi”, dijo una voz afinada. Con la extrañeza de unos pelos revueltos y un temprano despertar, bajaron la cremallera de su tienda de campaña: la catedral de Santa María Novella, blanca como la nieve, les miraba a través de un óculo acristalado. Mientras tanto, una docena de turistas y trescientos chinos les sacaban fotos.

Detrás, oculta, la cúpula de Santa María de las Flores se alzaba autoritaria sobre las calles de la ciudad, sumergiéndolas en la sombra si intentaban coger un sitio cerca de la base.

Habían llegado a Florencia.