Tenía 18 años y desde que dejó el biberón perdió el gusto por la leche caliente. La leche ardiendo y en taza no le gustaba, odiaba esa telilla que se quedaba en la superficie y que siempre parecía estar gritando “¡soy la placenta de algo que no sabes!”. La leche caliente le producía arcadas, le recordaba a esos viajes largos en coche llenos de curvas, donde todo el mundo se empeñaba en dar las mismas indicaciones: “respira hondo”, “mira al frente”, “toma una bolsa por si acaso”, “tú tranquilo, nos ha pasado a todos, luego desayunamos otra vez”.
Y el Colacao sólo se diluía en leche caliente. En su infancia, en los años de guardería, no existía otra cosa que el Colacao, pero los grumos le resultaban realmente asquerosos. ¿Para qué echar cacao a la leche si no se diluía? No tenía sentido. Mejor sería coger una cucharada directamente y metérsela en la boca, ¿no?. Eso sí que eran grumos.
Porque, ¿para qué tomar un producto imperfecto? Era como echar a la sopa una pastilla de avecrem que ni se diluía ni daba sabor. No tenía sentido, era barro del patio. Mezclar agua con aceite.
Sin embargo, existía la extraña sensación general de que si tomabas Colacao no fallabas a las tradiciones, a uno de los estandartes del país y a aquel negrito del África tropical. Que te gustaba Masiel, el libro gordo de Petete, Barrio Sésamo y el toro de Osborne.
Pero el chico se hizo mayor y maduró. De Espinete pasó a la mala hostia de Marc Lenders y aprendió que a veces también es bueno caminar contracorriente, aunque no pudiera derribar un árbol o romper una ola con una pelota. Pero llegaba a chuparse el codo con la lengua.
Y así, un día, viendo cómo se contorneaba Leticia Sabater de manera sexual en la televisión y antes de que empezaran “Las tres mellizas”, apareció un anuncio de un gracioso conejo que volaba con las orejas y bebía con una pajita retorcida algo parecido al Colacao. Pero no era Colacao, ¡era Nesquik!
Así que el joven fue corriendo a donde su madre y le dijo: “mamá, quiero lo que bebe ese conejo”. Y dicho y hecho, al día siguiente lo tenía encima de la mesa. En la etiqueta se podía leer: “se disuelve en leche fría”. ¡Milagro! ¡Al fin! Los científicos habían encontrado la solución a tan enigmático problema. Y desde entonces, pasó a ocupar el tercer puesto en la lista de descubrimientos más importantes de la historia de la humanidad, después de la penicilina y las pinzas de tender la ropa.
Y así, después de tanto tiempo, el chico pudo levantarse por la mañana, tranquilo, sabiendo que al llegar a la cocina tendría listo un buen vaso de leche fría con cacao. Su larga peregrinación por un desierto lleno de grumos había tocado a su fin. Todas las preguntas obtuvieron respuesta y se acabaron las religiones para siempre. Había nacido el Nesquik.
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PD: No, Nesquik no me paga, pero espero que lo hagan dentro de poco
7 comentarios:
Qué bueno!! Nesquik al poder!
Menuda infancia la vuestra con leticia savater, yo suerte k tuve el club super 3 k si no hubiera acabado mal...o peor de lo que estoy ahora.
Estáis como dos pieses.
Fdo: combatiente de las Tropas Guerrilleras del Cola-Cao (TGCC).
Verificación de la palabra: fantio
PS: Frío y con grumitos.
Verificación de la palabra: prosse
Y entonces creces, con amargura, supongo. Pero descubres que no hace falta seguir discutiendo sobre Cola Cao o Nesquik.Existe el café, y, sobre todo, el Bayles para acompañarlo
A mi me gusta el Cola cao con grumitos....!! y Marc Lenders tambiennn :( jejejeje
HAHA
síi...placenta...
Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii uno de los míoooooos!!!! Ha sido como leer la historia de mi vida^^
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