No es el campeonato de futbol más famoso del mundo, no juegan grandes estrellas mundiales, no se ganan grandes sumas de dinero, pero es, como mínimo, curioso. El torneo Clericus Cup levanta pasiones, arranca himnos y cánticos de los aficionados y provoca la ira y el enfado de los propios jugadores. Es la competición que juegan los estudiantes del Estado del Vaticano, el campeonato mundial de seminaristas.
Los equipos se forman por zonas geográficas y los enfrentamientos son bastante disputados. El público, otros estudiantes y miembros eclesiásticos, animan a sus compatriotas con un ímpetu que no tienen nada que envidiar a los hinchas del Liverpool o el Panathinaikos. Los aficionados del equipo mexicano llevaban tambores para animar la fiesta, los italianos unos altavoces y los africanos reggae. En la segunda edición (se han celebrado tres) se sacaron tantas tarjetas rojas que los organizadores tuvieron que recordar a los jugadores-seminaristas que el futbol sirve para unir, no para pelearse. La final del campeonato ha tenido tanto éxito en las ediciones anteriores que se decidió disputarla en un campo de la ciudad vecina, Roma, para poder albergar todos los espectadores.
El espectáculo está garantizado en este vibrante torneo: curas, monjas y seminaristas se unen para disfrutar del futbol y animar a su equipo. Me pregunto si en estos partidos también aparecerá la mano de dios para ayudar al equipo vencedor.
Los equipos se forman por zonas geográficas y los enfrentamientos son bastante disputados. El público, otros estudiantes y miembros eclesiásticos, animan a sus compatriotas con un ímpetu que no tienen nada que envidiar a los hinchas del Liverpool o el Panathinaikos. Los aficionados del equipo mexicano llevaban tambores para animar la fiesta, los italianos unos altavoces y los africanos reggae. En la segunda edición (se han celebrado tres) se sacaron tantas tarjetas rojas que los organizadores tuvieron que recordar a los jugadores-seminaristas que el futbol sirve para unir, no para pelearse. La final del campeonato ha tenido tanto éxito en las ediciones anteriores que se decidió disputarla en un campo de la ciudad vecina, Roma, para poder albergar todos los espectadores.
El espectáculo está garantizado en este vibrante torneo: curas, monjas y seminaristas se unen para disfrutar del futbol y animar a su equipo. Me pregunto si en estos partidos también aparecerá la mano de dios para ayudar al equipo vencedor.
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