Las elecciones generales en Chile importan bastante poco. La elección de senadores apenas tiene campaña. ¿Por su poco poder? Justo al revés. Las 17 regiones eligen cada una a dos representantes, lo que significa que para que pueda haber cierto desequilibrio en el parlamento es necesario que en alguna región dos tercios de los votantes se decanten por una de las dos opciones. Dos opciones porque necesariamente todos los demás partidos apenas sacan nada (dicen que en España somos comunistas por tener un par de diputados del PCE). Pues eso sólo ha sucedido dos veces en los últimos 20 años, en las dos primeras eleciones democráticas. Que bueno, tampoco decantaron mucho la balanza porque Pinochet había propuesto un buen puñado de senadores vitalicios en la Constitución del 80 (amañada, por cierto), tales como los expresidentes: es decir, él mismo, y como él otros iguales (cargos de confianza como el Presidente del Tribunal Supremo). Leyes de amarre, que lo llaman, ya que así de paso se garantizaba la inmunidad parlamentaria (la propia izquierda lo defendió cuando lo procesaron en Londres para evitar una crisis institucional).
Las elecciones al Congreso siguen el mismo esquema, pero aumentando el número de circunscripciones, por lo que los dobletes son más comunes. Para no alarmar, aquí los congresistas son capaces de votar con los del otro partido, misteriosa capacidad (en España) que deriva de la responsabilidad o de la corrupcion, segun se vea.
Las elecciones presidenciales estanban previstas cada 8 años sin reelección (salvo el primero, que casualmente era Pinochet, que se podría reelegir mediante referendum), aunque sólo Pinochet cumplió el mandato, Patricio Aylwin (Democracia Cristiana, 1989) se fue a la mitad para no perpetuarse, con Eduardo Frei Ruiz-Tagle (sobrino del Eduardo Frei visto en capítulos anteriores, DC, 1993) se acortó a 6, los mismos que estuvo Ricardo Lagos (Partido Por la Democracia, 2000). Con Michelle Bachellet (Partido Socialista, 2005), el mandato se redujo a 4 años y hay elecciones en el próximo.
No me he equivocado con el año de Lagos, es que 1999 fue el curioso año en la democracia chilena en el que hubo una segunda vuelta (en 2000). En las primeras elecciones, la izquierda rozaba el 60% mientras que la derecha apenas llegaba al 30%, ya que estaba integrada por gente que sabía de economía pero no de elecciones (un Pizarro cualquiera) y presentaba anuncios como el de un tenista bien arreglado (empresario) al que a mitad de partido la izquierda le haría jugar con pelotas de baloncesto. 1999 es el año en el que por fin la derecha presenta un candidato correcto mientras que la izquierda presenta a un ateo (ateo, oigan), lo que le da el apoyo de un 49%. Para la derecha eso fue como ganar, las recuerdan a menudo en los medios de derechas y un profesor me regaló un libro sobre esas elecciones.
Mientras tanto, el candidato perdedor, Joaquín Lavín se presentó ese mismo año como Alcalde de Santiago. Había sido un alcalde eficiente en Las Condes poniendo fuerzas de seguridad propias de la comuna que luego fueron imitadas en otras comunas y que aumentaron su apoyo del 60% al 80% entre las dos veces que se presentó. Era uno de los tecnócratas que se hicieron cargo de la política económica del régimen en los 80, uno de los pocos no vinculados al golpe, y quería demostrar que no sólo podía gobernar para los ricos. Problema: creer que hay que gobernar de otra forma para los pobres. Olvidando su austeridad, intentó ganarse a los santiaguinos trayendo la playa y la nieve (en Santiago casi nunca nieva). Al querer eliminar su imagen de numerario del Opus acabó entrando a un café con pierna (cafés que se disfrutan mirando a una camarera medio desnuda) y firmando en una de las piernas, lo que le hizo perder el apoyo de algunos católicos y muchas católicas.
Actual alcalde de Santiago: Zalaquett, que proponía la creación de un centro de rehabilitación para discapacitados, la distribución de la píldora del día después (aunque fue Legionario de Cristo), medidas para liberalizar el comercio y aumentar la seguridad. No es la comuna más grande ni la más rica, pero al ser la originaria es simbólica y las declaraciones de los contendientes se podían leer a diario en la prensa. En un reportaje sobre el ganador, se lee entre toda la información "y es de origen árabe". Nadie me había hablado de eso, es curioso que sólo sea medianamente importante en un reportaje de 10 páginas, pero la gente no le daba importancia. Por cierto, con motivo de la victoria de Obama, un lector de La Tercera enviaba una carta al director para decirle que en Europa hablaríamos mucho del racismo estadounidense pero que para rato elegíamos a un presidente negro. Por lo que leí de España desde Chile, allí fue noticia que hubiera un ecuatoriano en la cúpula del PP madrileño. ¿Méritos de ese hombre? Que no, la noticia acababa ahí.
martes, 18 de noviembre de 2008
Fiesta de la democracia (III)
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