Saltan los corazones de motores en marcha
se estrellan contra la acera donde yo crecí
nunca olvidarán aquella pequeña regla
que decía “chico, no hay nada que hacer…”
Y los que de noche viajaban por calles desiertas
ahora escuchan la radio en habitaciones separadas
en tardes de informativo, prisa y retrovisores
donde nada les recuerde a aquella canción
Se manchan con tinta de viejos diarios,
llenos de historias de almohadas en vela
que giran como tornados
jugando a ser norias de feria
Recuerdos de madrugadas tristes
insomnio, luces y teletienda
de ovejas cansadas de tanto saltar
que renunciaron a todo para así olvidar
Escombros de un edificio que llevó siglos hacerlo
pero que acabó en los desagües del cíclico tiempo
donde esperan abandonados
antiguos y viejos cimientos
Y así volvió todo a su antiguo lugar
recuperaron su nombre las cosas perdidas
pero no se fue aquel miedo
miedo al amanecer, a soñar, a madrugar los domingos
lunes, 24 de noviembre de 2008
Fuga latente
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