Conversación sobre Fotoperiodismo:
Jurdan: Tú seguro que has llevado la noticia de que un hombre mordió a un perro
Pablo: Pues no, peroUna chica ha traído una foto de un perro quemado. Hace unos días hay noticias sobre una banda de chavales que les tiran aceite hiviendo.
Jurdan: ¿Y los dueños qué hacen?
Extracto de Mí país inventado, de Isabel Allende, libro que recomiendo por su forma tan amena de describir Chile. Y engancha, me lo ventilé una noche antes de acostarme.
En nuestra casa, como en todo hogar chileno, había animales. Los perros se adquirían de diferentes maneras: se heredaban, se recibían de regalo, se encontraban por allí atropellados, pero aún vivos, o seguían al niño a la salida de la escuela y luego no había forma de echarlos. Siempre ha sido así y espero que no cambie. No conozco a ningún chileno normal que haya comprado uno; los únicos que lo hacen son unos fanáticos del Kennel Club, pero en realidad nadie los toma en serio. La mayoría de nuestros perros nacionales se llaman Negro, aunque sean de otro color, y los gatos se llaman genéricamente Micifú o Cucho; sin embargo, las mascotas de mi familia recibían tradicionalmente nombres bíblicos: Barrabás, Salomé, Caín, excepto un perro de dudoso linaje que se llamó Sarampión, porque apareció durante una epidemia de esa enfermedad. En las ciudades y pueblos de mi país corretean levas de canes sin dueño, que no constituyen jaurías hambrientas y desoladas, como las que se ven en otras partes del mundo, sino comunidades organizadas. Son animales mansos, satisfechos de su posición social, un poco somnolientos. Una vez leí un estudio cuyo autor sostenía que, si todas las razas existentes de perros se mezclaran libremente, en pocas generaciones habría un solo un tipo: un animal fuerte y astuto, de tamaño mediano, pelo corto y duro, hocico en punta y cola voluntariosa, es decir, el típico quiltro chileno. Supongo que llegaremos a eso. Cuando también se fundan en una sola todas las razas humanas, el resultado será una gente más bien baja, de color indefinido, adaptable, resistente y resignada a los avatares de la existencia, como nosotros, los chilenos.
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