Como quizá ya intuyeron o ya sabían ahora vivo en Sudamérica, en un país quizá un poco contradictorio. Acá donde al chile se le llama ají. La ciudad, a simple vista, parece grandecilla, no les diré más que yo vivo en el número 5900 de una de las calles más pequeñas de mi comuna. Tiene su truco, y es que cada cual le pone a su casa el número que le da la gana con tal de que esté entre los dos que la rodean. Trece más, veintiocho… les da igual. Hasta que llega un banco que se agencia un 3500 o un 5000, que si no parece que no es importante. Con todo este lío a la gente le importan bastante poco los números, así que tú no le puedes decir a nadie que vives en uno u otro. Vives en tal calle esquina con otra, y así oyes hablar a los taxistas que parecen policías estadounidenses cada vez que les mandan recoger a un conductor, con la diferencia de que las calles suenan más indígenas, como Manquehue, Apoquindo o la del Inca. Además están agrupadas temáticamente: esas tres juntas, por otro lado Isabel la Católica, que cruza con Colón y con Hernán Cortés… y la Avenida 11 de septiembre, que pasados unos pocos miles de números descubres que ha pasado a llamarse Avenida Providencia. Alguna relación habrá. Me quise enterar de que había pasado aquel día para que se mereciera una calle de homenaje, pero por lo que se ve en esa fecha pasa algo todos los años: la gente a la que pregunté me dijo que había sido el día de un golpe de Estado, el de la segunda independencia (la 1ª de España, la 2ª de la URSS), el del bombardeo de la casa presidencial de La Moneda, un pronunciamiento, el fin del sueño democrático, el renacimiento de la libertad…
Habrán leído casi al principio que dije que había comunas, pero nada más lejos del comunismo. Son los treinta y siete barrios que forman Santiago. Cada uno de ellos con su propio alcalde, ya que el alcalde santiaguino es de designación presidencial por modernos métodos digitales. En otros países latinoamericanos se ve a los chilenos como socialistas, pero nada más lejos, lo único que pasa es que hay algunos bienes más subvencionados, lo que de verdad importa al Estado. Ejemplo: gas, impuestos del 100%; medicinas, ojalá no las necesite; del autobús sólo diré que una chica que viene de Milán lo ve carísimo. Taekwondo, gratis. Hablando de autobuses, ser conductor de micro, como las llaman, es el oficio más simple del mundo. Haciendo gala del humor de los carabineros y otros trabajadores públicos, tienen prohibido hablar con los usuarios. Para evitar la corrupción, no cobran en efectivo. Tampoco tienen por qué mirar si hay alguien en la parada, les tienes que agitar la mano para llamarlos y para bajarte gritas “¡Paradero!”. Por no tener, no tienen ni que girar, ya que las calles son tan largas que las micros se limitan a ir arriba y abajo, y cuando quieras girar te cambias de micro.
La máxima aspiración de un chileno es ser europeo, por lo que los fines de semana van a los malls, entre los que se encuentra uno de los más famosos, París. Sólo a pasear, sin comprar, entre toda la gente de Santiago. Una de las primeras cosas que me preguntaron al llegar es si me gustaba el país y, en una segunda pregunta, si se parecía a Europa. A la primera pregunta les respondí que sí, mucho. A la segunda les contesté que se parecía más a Estados Unidos. Me parece que se equivocaron al interpretarlo como una alabanza, pero no podía decir otra cosa de una comuna plagada de residencias unifamiliares donde la gente se dedica a limpiar su coche con manguera y arreglar el tejado, donde prácticamente sólo hay comercios de comida rápida y un supermercado 24 horas con las mismas condiciones sanitarias que el Badulaque de los Simpson. Aun con todo, quieren ser europeos, por lo que no les extraña comprar papas Lays mediterráneas con sabor chileno. Nada destacable en un país tan contradictorio que hasta el Partido Comunista Chileno tiene una universidad privada.
Habrán leído casi al principio que dije que había comunas, pero nada más lejos del comunismo. Son los treinta y siete barrios que forman Santiago. Cada uno de ellos con su propio alcalde, ya que el alcalde santiaguino es de designación presidencial por modernos métodos digitales. En otros países latinoamericanos se ve a los chilenos como socialistas, pero nada más lejos, lo único que pasa es que hay algunos bienes más subvencionados, lo que de verdad importa al Estado. Ejemplo: gas, impuestos del 100%; medicinas, ojalá no las necesite; del autobús sólo diré que una chica que viene de Milán lo ve carísimo. Taekwondo, gratis. Hablando de autobuses, ser conductor de micro, como las llaman, es el oficio más simple del mundo. Haciendo gala del humor de los carabineros y otros trabajadores públicos, tienen prohibido hablar con los usuarios. Para evitar la corrupción, no cobran en efectivo. Tampoco tienen por qué mirar si hay alguien en la parada, les tienes que agitar la mano para llamarlos y para bajarte gritas “¡Paradero!”. Por no tener, no tienen ni que girar, ya que las calles son tan largas que las micros se limitan a ir arriba y abajo, y cuando quieras girar te cambias de micro.
La máxima aspiración de un chileno es ser europeo, por lo que los fines de semana van a los malls, entre los que se encuentra uno de los más famosos, París. Sólo a pasear, sin comprar, entre toda la gente de Santiago. Una de las primeras cosas que me preguntaron al llegar es si me gustaba el país y, en una segunda pregunta, si se parecía a Europa. A la primera pregunta les respondí que sí, mucho. A la segunda les contesté que se parecía más a Estados Unidos. Me parece que se equivocaron al interpretarlo como una alabanza, pero no podía decir otra cosa de una comuna plagada de residencias unifamiliares donde la gente se dedica a limpiar su coche con manguera y arreglar el tejado, donde prácticamente sólo hay comercios de comida rápida y un supermercado 24 horas con las mismas condiciones sanitarias que el Badulaque de los Simpson. Aun con todo, quieren ser europeos, por lo que no les extraña comprar papas Lays mediterráneas con sabor chileno. Nada destacable en un país tan contradictorio que hasta el Partido Comunista Chileno tiene una universidad privada.
1 comentarios:
¿Qué tal está por esos confines de la tierra, Don Pablo? ¿Ha aprendido a reproducir chilenas?
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