Para los chilenos, Arturo Prat es una de sus figuras con más valía.
Comprensible.
Los chilenos lo asocian todo, otras ideas están más devaluadas.
Una de las cosas curiosas que tiene Chile es que celebran las cosas que les gustan. Así son ellos. El mismo día que Felipe V tomaba Barcelona, Pinochet bombardeaba la Moneda. Curiosamente, el 11 de septiembre en Chile no es fiesta nacional ni nada, y los que salen a las calles a disparar su pirotecnia no son partidarios de Allende. Por cierto, 23 carabineros (policía) heridos, ninguno en peligro de muerte. Este año ha sido muy suave, dicen. Pinochet se las apañó para llenar el país de banderas chilenas cada 11 de septiembre, porque las fiestas patrias por la independencia son el 18 pero se empiezan a celebrar antes, por eso de que duren un poco.El hombre que se esconde detrás de estos periódicos no ha engalanado el kiosko para festejar el golpe. ¿O sí? Abajo, la vista desde mi ventana.
Me gusta la manera en la que los chilenos celebran las cosas. Por ejemplo, el partido con Brasil. Para ver un partido en Chile necesitas una parrilla y vas a verlo para tener una excusa para arrimarte a la parrilla y tomarte unas cervezas, que gracias a las inmigración alemana de finales del XIX todavía tienen alguna buena. Isabel Allende comenta en Mi país inventado que el gobierno intentaba una suerte de eugenesia para conseguir chilenos altos, rubios y buenos en el fútbol (esto no lo dice), pero se quedaron enanos, las rubias están tan cotizadas que no hay una a la que vean fea ni farandurela que no se tiña y perdieron 3 a 0.
Los comentaristas chilenos son un coñazo, parece que estén describiendo un cuadro, probablemente para que la gente a la que no le guste el fútbol pueda ir a comer la parrillada como acto social y luego echarse en el sillón a dormir. No digo que yo lo haya hecho, que al viajar a Chile curiosamente no hay jet lag, es más, si lo tenías se corrige y no te quedas dormido en las esquinas. Los espectadores que venían a ver el fútbol (yo venía a verlos a ellos) estaban apoltronados en sus sillas, algunos con una manta y de vez en cuando decían venga, vamos, hale o conchetumadre. Y al final de partido, opinión generalizada: "Pues ya podíamos haber marcado algún gol". Quizá se hubieran animado más metiéndolo, pero sabían a lo que venían.
Mientras tanto, en el bar O samba la colonia brasileña hacía honor al nombre hasta durante el penalti que falló Ronaldinho. También bebían caipiriña que, decía un tipo muy animado, si estaba helada era buena para la garganta, para poder seguir gritando durante el resto del partido. Para que un chileno baile hace falta que los astros se pongan de acuerdo o que haya cueca. El miércoles fui a ver un cuecazo en la Plaza de armas, un lugar que combina con claro mal gusto el estilo colonial con modernos edificios de cristal.
La cueca es el baile orgulloso del hombre que saca a la mujer a bailar y la luce del brazo mientras ambos miran al frente desafiantes, con la insolencia del indómito. La cueca es cortejo, un lazo de miradas que une a la pareja mientras voltean sus pañuelos, mientras el hombre ofrece su sombrero. La mujer coquetea con su falda y lo lleva su terreno con un seductor movimiento de caderas mientras se da media vuelta. El hombre consigue que la mujer lo mire y la mujer que el hombre crea que ha conseguido algo, real como la vida misma. Entonces el hombre da palmas hasta que empieza la canción. La cueca es el baile entonces la postura del indiano de buena fortuna que la exhibe en su chaqueta, sus botas y sus espuelas. Luego vuelve el coqueteo, con los dos bailarines dando vueltas alrededor del otro, esquivándo sus miradas y haciéndose desear. Entonces comienzan los movimientos en forma de media luna, en los que el hombre se intenta acercar a la mujer por un lado u otro mientras ella le requiebra. Tanto como se puede retrasar lo inevitable, el hombre se adentra en esas niñerías de mujer, esas cosas por las que ellas se fascinan misteriosamento y que a ellos les atraen pero siempre negarán haber realizado a ellas para conquistarlas. En este caso son unos pasos con el cuerpo inclinado hacia atrás mientras van cruzando los pies, momento en el que la mujer ya puede esbozar una sonrisa sin dejar de sentirse deseada. Entonces la cueca es el baile del hombre hecho en la adversidad que no olvida sus raíces y taconea sobre la madera (aquí tampoco pronuncian las eses) para presumir de su presa, pero a estas alturas a ella ya no le molesta y ambos inician un movimiento de en espiral hacia el centro para quedar unidos justo cuando la música termina. Y cuando acaba ya tienen derecho a mirarse, menudo lujo.
Primera foto, mala, pero aquí se terminó la batería.
Xabi ha prometido hablar de los fiestas de Zizur (mayor), yo pienso contar más cosas de las fiestras patrias, pero por lo visto me quedo con las ganas de saber algo sobre la Diada. Aunque por esperar, también podía esperar saber algo sobre Carmen Sandiego o que Andrea se dignase a aparecer por aquí. Pero me da que todo es un invento de Jurdan para promocionar el blog, como eso de que Moi iba a escribir regularmente.
1 comentarios:
Ay Paulo... Qué más quisiera yo que Carmen San Diego fuera un invento o que Andrea se dignara a aparecer por aquí -creo que sí lo hará- o que Mikel no vuelva a dejar la estacada, pero...
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