Se nos acaba el verano. Algunos ya hace tiempo que han empezado su trabajo, otros todavía no lo han dejado, nosotros empezamos las clases el siguiente lunes.
Nuevo curso, nuevas materias, aunque, en realidad, mucha menos novedad de lo que supuso el año pasado, cuando empecé la Universidad, estrené nueva ciudad, etc.
Ahora, cuando el día se hace más corto y empiezan las preocupaciones y preparaciones para la vuelta a las clases es cuando, para mí, comienza el nuevo año. Mi reloj interno me marca el inicio de una nueva etapa en este instante. El 1 de enero cambiamos de calendario, sí, pero mis años se distribuyen en cursos. El verano es tiempo atípico y de paso entre curso y curso, entre año y año, podría decir.
Supongo que en algún momento tendré que acostumbrarme a otro modo de medir el tiempo, aunque de momento me gusta mi manera. Es más suave: empieza en otoño, a las puertas de esta misteriosa estación, cuando la temperatura todavía es agradable y el día reduce sus horas, y termina en verano, con la playa, el calor y los amigos.
Es una sensación muy curiosa, pero intensa e íntima. Quizá es de las más interiorizadas que tengo. Para pensar en el pasado, por ejemplo, me situo mejor cuando me hablan de tal o cual curso que cuando se refieren a un año en concreto y, todavía ahora, me separo mi futuro en cursos.
No sé si soy el único al que le pasa esto, pero a quien le pasa lo mismo sabe de lo que estoy hablando
jueves, 18 de septiembre de 2008
El tiempo
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2 comentarios:
¡Feliz año, Nil!
¿El diumenge a qué hora te veo?
Hombre! Gracias Jurdan. Tu tambien lo celebras??
Pues Igandea (¡qué dominio de los idiomas eh!) estaré allí sobre las seis.
Ya nos veremos pronto.
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