Las gotas que le caían por la cara y el efecto del alcohol hacían de su vista un foco borroso. La lluvia había comenzado a caer hace ya un rato y sus calcetines empapados se arrugaban dentro del zapato. Estaba desorientado y caminaba dubitativo en la soledad de la noche. Qué pedo.
Al fondo podía distinguir una pequeña mancha amarilla de lo que parecía ser un hombre. A cada paso que daba, esa figura ganaba en nitidez y dibujaba poco a poco el cuerpo de un hombre alto y corpulento. Era un policía:
- Buenas noches, señor agente -dijo poniendo cara de serio-, ¿puedo hacerle una pregunta?
- Sí, claro.
- ¿Conoce usted mucho mucho la ciudad?
- Bueno, supongo que bastante, sí. Dígame.
- Seguro seguro que sabe mucho, ¿no?
- Creo que sí. Ese es mi trabajo, caballero. ¿En qué puedo ayudarle?
- Eh… ¿¿¿Dónde están mis amigos???
jueves, 18 de septiembre de 2008
No es bueno perderse
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