viernes, 29 de agosto de 2008

Juventud, divino tesoro

El otro día emitieron un reportaje muy interesante en Canal 33, el canal cultural de Televisió de Catalunya, donde, en verano, suelen reciclar viejos reportajes que gracias a la calidad de nuestra televisión suele ser lo más interesente para ver. En este caso, el que yo vi era un documental de 1993, para celebrar los 25 años del revoltoso 1968. Ahora, con motivo de los 40 años de dicha efeméride se volvió a difundir.

Repasaba los sucesos más importantes, que ya casi nos sabemos de memoria, de aquel movido año: las manifestaciones estudiantiles de Berkeley, Berlín y Francia, con las resabidas imágenes de hippies, adoquines levantados y universidades cerradas; el cobarde asesinato de Martin Luther King; las tibias reacciones antifranquistas en Madrid y Barcelona (tampoco pudieron hacer más); la primavera de Praga y el paseo de los tanques soviéticos; aderezado con música de la época y opiniones de intelectuales catalanes, españoles, franceses y norteamericanos, entre los que destacaría a José Luis Aranguren, Noam Chomsky y un catedrático francés de cuyo nombre desgraciadamente no me acuerdo.



Siempre me ha gustado la Historia y, aunque este año 1968 se ha hecho un poco repetitivo, nunca está de más volver a ver imágenes de la época y aprender de las opiniones y comentarios de los que allí hablaron. No obstante, una de las cosas que más me interesaron fue las previsiones que hicieron y la comparación con lo que ha ocurrido. Me explico. Al final del documental, recogieron, a modo de conclusión, un conjunto de análisis de la juventud del momento y pronósticos acerca de la del futuro, es decir, nosotros (no hay que olvidar que el documental era de 1993).

Se podían dividir las perspectivas en dos líneas opuestas: los optimistas y los pesimistas. Al hablar bastante gente, se intentó hacer un repaso bastante ecléctico del mensaje, con lo que no pude entrever una tónica general, pero la cosa quedó así: estaba claro que la juventud del momento y la que vendría no era la misma que la de aquel famoso año. A partir de este punto, los optimistas opinaban que seguía existiendo una elite que influya políticamente y que abrazaba al progresismo como ideología propia; mientras, los pesimistas criticaban el aburguesamiento de los jóvenes y denostaban su poca falta de influencia política, y creían que aquello, como ellos ya no podían arreglarlo, seguiría así.

Y yo, que no me creo a nadie pero me gusta escuchar a todos, he sacado mis propias conclusiones. Ahí van.

Realmente nuestra generación no es la misma que la del 68, pero eso pasa porque ninguna es igual a su anterior y así sucesivamente. Los tiempos cambian, y hoy ya no estamos en aquella situación de ebullición, se han logrado ciertas libertades (pero todavía quedan muchas por conquistar y mantener), la revolución sexual triunfó y hemos vivido años de hedonismo gratuito. Sin embargo, nuestros padres nos han mimado demasiado y nosotros nos hemos dejado pervertir. En estos cuarenta años se ha establecido la clase media, que se caracteriza por su intento de vivir como la clase alta sin dejar de ser parte de la clase baja, por ser la que sostiene los regímenes, y por ser de fácil manejo por los gobernantes.



La mayoría de los jóvenes, por tanto, también estamos incluidos dentro de esta clase media, y hemos dejado de lado las aspiraciones políticas y filosóficas para acoger la vida fácil: nuestra mayor preocupación suele ser planificar, desde el domingo, el próximo fin de semana. Pocos son ya los universitarios que combinan estudio y trabajo, y aunque los que ya trabajan se quieran emancipar, la mayoría de ellos gozan de la protección de los padres detrás, eso si se quieren emancipar. Entonces, ¿de qué quejarse?

No obstante, ahora los medios dicen que hay una gran crisis económica a escala mundial, hay varios frentes abiertos donde mueren miles de civiles sin razón alguna (si es que puede haber alguna razón), cada vez es más difícil tener algo que nos pertenezca, vivimos en un mundo de despersonificación y falta de identidad, y, aunque este verano no ha destacado por el calor, nos están intentando convencer de un flagrante cambio climático que nos llevará a altas cotas de destrucción de la Tierra. Mientras, pocos son los que se quejan, y el resto prefiere disfrutar de lo poco que queda del agosto en la playa y el chiringuito, las manifestaciones ya no están de moda, y ser de izquierdas ya no es lo que era antes.

Confío en que en algún lugar debe haber jóvenes de espíritu inquieto y subversivo. En este futuro nada halagüeño se van a necesitar mentes avispadas, rápidas y valientes, para que, juntos, podamos crear el mundo que imaginamos.

martes, 26 de agosto de 2008

El efecto repetición




Hablaba el otro día con mis amigos sobre algo a lo que hemos apodado "efecto repetición". Me explico. Es algo parecido a ese momento en un estadio de fútbol cuando tu equipo marca un gol y te lo pierdes. Y sin saber cómo ni por qué, tienes la extraña sensación de que podrás ver la repetición en pocos segundos. Pero no, te lo has perdido, ese momento mágico ha pasado y ya no lo podrás volver a ver, no puede ser revivido. No hay repeticiones, sólo recuerdos.

Y os preguntaréis, ¿qué tiene que ver esto con la vida real? Mucho. Pongamos otro ejemplo: Gran Hermano (el reality show). La vida grabada las 24 horas al día, con todos sus minutos, todas sus situaciones. Todo puede ser revisado. Lo contrario: la vida "en repetición".

La vida real no es así. En la vida real las cosas pasan y adiós, ya no vuelven. ¿Aquel viaje de fin de curso en Roma? ¿Aquel primer amor? ¿Aquellas fiestas de Villava de 2006? Ya no están. Se fueron. Pero necesitamos mantenerlas, no pueden morir. Tenemos que recrear y recordar la repetición de la jugada. Porque eso somos nosotros. Eso queremos ser nosotros. Por eso queremos ser recordados. De la malas situaciones, de los malos momentos ¿quién se acuerda? ¿Quién los vuelve a recordar con frecuencia? Nadie. Su lugar es pequeño, minúsculo. Nosotros no somos eso. Nosotros somos un almacén de grandes recuerdos donde las desgracias se guardan en estantes pequeños y rincones olvidados.

Y hablaba con mis amigos y pensaba en una idea. ¿No estaría mal crear una empresa que satisficiese las necesidades de estos cientos de millones de consumidores, verdad? Mercado en monopolio, ganancia segura. Cientos de hombres y mujeres, cámara en mano, que se dedicaran a grabar la vida de todas aquellas personas que lo solicitaran. ¿Aquel cumpleaños en casa de Roberto? Lo tenemos. ¿Tu primer hijo? En alta calidad. ¿Cuando se montó aquel revuelo en tu empresa? También lo tenemos. No hay problema.

Pero un momento. Eso ya existe. ¿Acaso no se hace eso en las bodas? Un hombre con una cámara grabándolo todo. Y le pagan. ¿Para qué la memoria? ¿Para qué recordar? De ese modo, tu historia será imperecedera, y ni el tiempo ni la muerte podrán acabar con ella. Tus recuerdos no caerán en el olvido. Todo en un disco compacto: la boda, las vacaciones, los primeros pasos...

No suena mal del todo. No suena raro. De hecho lo hacemos. Y a veces es bonito ver de nuevo ciertos momentos en la pantalla. Pero hacerlo así le quita algo de gracia a la vida, ¿no? Quiero decir, si todo estuviera grabado, ¿quién mentiría? ¿Quién se inventaría alguna anecdotilla graciosa para inflar las historias? ¿Qué sería de nuestr@s abuel@s si no pudieran soltar alguna mentirijilla sobre sus vidas para decorarlas a su gusto?

Creo que nuestra vida se compone de recuerdos. Que la vida es recordar. Cada momento que pasa se convierte al instante en un recuerdo. Y todo el conjunto es una mezcla de recuerdos confusos y no tan confusos que sólo a nosotros nos pertenecen. Incluso me lo puedo inventar. Yo soy mis recuerdos.

Y esos recuerdos los fabrico únicamente yo, porque me gusta fabricarlos y dotarlos de un punto de vista personal, subjetivo. Las cosas muchas veces son blancas o negras, pero si siempre hubiera alguien que tiene la razón, ¿de qué sirve?

"- ¡Ha sido fuera de juego!
- ¿Pero qué dices?
- ¡Mira la repetición!
- Es verdad..."
(silencio)

lunes, 25 de agosto de 2008

HOW


La bailarina bailaba ante el público. Era un fuego rodeado de sus cenizas.

Cómo hipnotizaba su cuerpo, del que parecía salir aquella música de serpientes,
cómo hacía evadir la modernidad y lo reducía todo a un Karma,
cómo trasladaba a otro universo,
cómo fluía al verla, pero no se la veía porque fluía como el aire,
cómo su vientre era una mirada poderosa y sus ojos se clavaban en las entrañas,
cómo era el centro de atención fuerte y consistente,
cómo arrancaba la intimidad de las cenizas y la ponía en evidencia,
cómo de ella surgía el exotismo de la ironía, de que su belleza a todos los podía,
cómo era un jungla de movimientos y una selva de contorsiones,
cómo ponía en la punta del sufrimiento a quien pasaba sus ojos por sus ojos,
cómo daba vida a la muerte y muerte a la vida;
Cómo su hermosura se convertía en emperatriz del Averno y el Edén.

Y cómo delante de ella un escritor, cayendo sobre la mejilla de la pared, comenzaba a morir de una recién nacida melancolía.

¿Más grandes que David Miranda? (I)

Cuando llegué a Chile estuve a punto de inscribir a David en un concurso. Era el anuncio más repetido en la mayoría de las paradas de micro. El anuncio tiene diez versiones en las que se preguntaban, con la foto de un gallo (jambo) de fondo si ése de ahí es más grande que otro gallo. Pues eso, que yo quería apostar a un ganador seguro para ver si luego nos repartíamos el premio. Pero no hay premio. La verdad es que cono concurso está muy limitado, porque aparte de eso hay que estar muerto y dejar que te nomine la gente y, la verdad, no compensa, por lo menos desde el punto de vista de David. Aparte, hay que ser chileno, y eso de grande es en sentido metafórico. Los diez grandes los han nominado entre diez historiadores y a partir de ahí diez colegios defienden cada cual a su candidato en blogs. Los candidatos son cuatro artistas (Pablo Neruda, Violeta Parra, Víctor Jara y Gabriela Mistral), tres políticos (Salvador Allende, José Miguel Carrera y Alberto Hurtado) y tres héroes de guerra (Arturo Prat, Lautaro y Manuel Rodríguez). Hoy hablaré de los cuatro primeros.

Violeta Parra es la madre del folklore latinoamericano. Dice su blog:" Nuestra Violeta Parra nos sumerge en nosotros mismos, para que desde adentro aprendamos de nuestra cotidianeidad y así, entender nuestro entorno, nuestro mundo y hacer de eso; nuestro rito de vida desde la creación hasta la muerte, nuestra relación con el mundo y con Dios. El arte en Violeta es creatividad en todos los ámbitos y áreas de la cultura, y siempre estará presente esta denuncia, llamado grito o invitación a que seamos sensibles, atentos a nuestro entorno, a nuestro interior, a nuestro mundo". Violeta Parra canta a lo cotidiano de la vida para acabar descubriendo lo que de trascendente hay en ella. Su vida fue lucha, un compromiso con sus raíces, pero como no consiguió afrontar el desafío se suicidó por coherencia. La Viola, la llaman ahora cariñosamente, aunque en vida muchos chilenos le dieran la espalda.


Pablo Neruda, Nobel de literatura en 1971, fue senador por el partido comunista durante el periodo de la Alianza Democrática en la que gobernaban con demócratas y radicales (liberales) hasta que el Presidente González Videla ilegalizó su partido. Durante el periodo de la Unidad Popular, con Allende, fue embajador en Francia. En 1973 murió poco después del golpe de Estado, pero habiendo llevado la poesía a varios rincones del mundo, ya fuera en calidad de embajador o de exiliado político. Publicó el libro que le hizo famoso, Veinte poemas de amor y una canción desesperada, en 1924, con fuertes influencias modernistas, y desde entonces se ha convertido en el libro más vendido del mundo. En él escribió lo más bonito que se le puede decir a muchas mujeres: Me gusta cuando callas.
Víctor Jara es quizá el artista más prescindible de la lista y el que ha hecho plantearse a muchos los fines políticos que estar detrás de la lista. Esta acusación tiene su base en que algunos historiadores elegidos para la elección son cercanos al gobierno, que este año hay elecciones municipales y al siguiente presidenciales, que probablemente se enfrente un socialista contra un UDI (Unión Demócrata Independiente, el partido creado por Pinochet) y que la mitad de la lista tiene alguna relación con el gobierno de Allende. Víctor Jara, volviendo al tema, hizo campaña a favor de la Unidad Popular en 1970 y terminó asesinado en el Estadio Chile. Dejó un legado de canciones folklóricas.

Gabriela Mistral fue premio Nobel de literatura en 1945. En sus escritos apela al sueño bolivariano, a despertar y abandonar la pereza para dejar de estar por detrás Estados Unidos.

"Lo que el alma hace por su cuerpo es lo que el artista hace por su pueblo".


Espero que os haya parecido una mierda de entrada, porque si no os falla el criterio, pero las siguientes al menos tendrán batallitas.

viernes, 22 de agosto de 2008

Potser...

Después de un caluroso viaje, el empresario llega cansado a su casa de veraneo. Un recorrido en el que normalmente no gastaría más de dos de sus valiosas horas le ha costado toda la tarde, y eso le cabrea. Le cabrea porque antes, cuando todo iba como tenía que ir, poca gente salía de vacaciones; en cambio, ahora, todo el mundo se lo puede permitir y ocupan las calles, carreteras y peajes cual moscas alrededor de una nutritiva boñiga de vaca.


Antes, cuando venía con su padre, eran de los pocos que tenían un chalet en la costa, y el pueblo todavía era una villa de pescadores, gente honrada y agradable, que conocían a las cuatro familias que venían de veraneo. Sin embargo, ahora los apartamentos han invadido el abrupto paisaje, y ya poco queda de aquel pasado marinero, si no es por la ingente cantidad de lanchas que solo reposan en el mar tres meses al año.


En casa le esperan su mujer y los hijos, que reposan de la agotadora vida urbana durante aquel mes canicular, como todos los veranos. Entra, les saluda, sus dos hijos mayores le piden dinero y les da un par de billetes a cada uno. Sabe que lo derrocharán sin pensárselo mucho, y sabe que cuando le vuelvan a pedir dinero debería negarse, pero también sabe que no lo hará. Él quiere lo mejor para sus hijos, y piensa, quizá de manera certera, que lo que ellos desean no se lo podrá dar él, sino el dinero.


Se tumba en su hamaca y se para a mirar un poco el mar desde su privilegiado mirador privado. Su esposa, conocedora de sus costumbres, le prepara un vaso de aquel whisky de malta que tanto le gusta. Se lo agradece con un beso en la mejilla. No es un beso fogoso o apasionado, ni tampoco un beso para darle las gracias. Simplemente es por costumbre.


Absorto, contempla el hielo que se deshace en el fondo. Empieza a rememorar sus años mozos. Se acuerda de su vida de soltero, de su boda, de sus amantes, el nacimiento de sus hijos, la fusión con la otra empresa y su expansión por Europa. Nota como ha conducido su vida hasta aquel punto, hasta donde él deseaba. Pero se da cuenta de que quizá no es feliz.


Se da cuenta de que quizá el dinero no da la felicidad.


miércoles, 20 de agosto de 2008

In memoriam

martes, 19 de agosto de 2008

Mi ADICCIÓN*

Todo empezó de una forma bastante inocente. Empecé a pensar en fiestas muy de vez en cuando para romper el hielo. Inevitablemente, una cosa llevó a la otra y muy pronto empecé a ser algo más que “un filósofo de bar”.

Empecé a pensar a solas, para “relajarme”. Eso es lo que me decía a mi mismo, aunque en el fondo sabía que no era cierto. Pensar se volvía cada vez más y más importante para mi, hasta que llegué a un punto en el que pensaba continuamente y a todas horas.

Empecé a pensar en el trabajo. Yo sabía que pensar en el trabajo no es nada recomendable, pero no podía controlarme.

Evitaba a mis compañeros de trabajo a la hora del almuerzo para leer a Kafka y Thoreau. Después solía volver a la oficina, mareado y confuso, preguntando, “¿Qué estamos haciendo aquí? ¿Qué sentido tiene esto?.”

Las cosas tampoco iban demasiado bien en casa. Una tarde apagué la tele y le pregunté a mi mujer sobre el sentido de la vida. Esa noche ella se fué a dormir a casa de su madre.

Me forjé una reputación de pensador intenso. Un día mi jefe me llamó a su despacho. “Juin, me caes bien, y me duele decir esto, pero tu hábito de pensar se ha convertido en un problema serio. Si no dejas de pensar en el trabajo, tendrás que buscarte otro”. Esta conversación me dio mucho que pensar.

Volví pronto a casa después de la conversación con el jefe. “Cariño, ” Confesé, “He estado pensando…”

“Sé que has estado pensando.” dijo ella. “¡Por eso quiero el divorcio!.”

“Pero cariño, no es un problema tan serio.”

“Es muy serio” dijo ella tembĺándole el labio inferior. “Piensas tanto como los profesores de universidad, y los profesores de universidad no ganan un puto duro. Por lo tanto si sigues pensando tanto… ¡Nos quedaremos sin dinero!”

“Ese es un silogismo defectuoso” Dije alterado, y ella empezó a llorar. No podía soportarlo más. “¡Me voy a la biblioteca!” Grité con rabia mientras daba un portazo.

Me dirigía a la biblioteca con ganas de leer a Nietzsche. Aparqué dando un frenazo y me corrí hasta las grandes puertas de cristal… No se abrieron. La biblioteca estaba cerrada.

A día de hoy, sigo creyendo que una fuerza superior estaba velando por mi esa noche.

Caía en la acera destrozado y sollozando, mis manos deslizándose por el frio cristal, suplicando unas palabras de Zaratustra, cuando un poster llamó mi atención: “¿Pensar demasiado está arruinando tu vida?”. Supongo que muchos reconocereis esa frase. Es la estandar de los posters de Pensadores Anónimos.

A los que debo ser lo que soy hoy en día: un pensador en rehabilitación. Nunca falto a ninguna reunión de PA. En cada reunión vemos películas no educacionales; la semana pasada sin ir más lejos vimos “Una rubia muy legal”. También compartimos experiencias y consejos sobre como conseguimos no pensar desde la anterior reunión.

Conservo mi trabajo y las cosas están mucho mejor ahora en casa. La vida es mucho más… fácil desde que dejé de pensar.


*Esto no lo ha escrito Miranda Fales. Es una traducción qu encontró una de esas madrugadas en las que duerme poco y hace mucho el tonto. Pero es una cosa que no podía privarse de hacer. Es una cosa que quería difundir algún día y que mejor que los Onomatopeyistas para mostrarlo. No pretende ser una falta de respeto a los lectores, sólo una muestra de admiración hacia el texto al que se refiere. :-)

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domingo, 17 de agosto de 2008

Real Cooperativa Chilena de la lengua

Andaba cerca de la Moneda y me encontré con este cartel.


El padre Hurtado fue uno de los muchos sacerdotes que, de acuerdo con la postura oficial de la Iglesia en Chile, creía que los trabajadores tenían que hacer una revolución "en libertad" para hacerse propietarios de los medios de producción y así llegar a ser creadores de su destino. Fundaron un partido, el Demócrata Cristiano, el ala más conservadora de las coaliciones de izquierdas, que gobernó entre 1964 y 1970 con Frei Montalva (1964), que entre otras muchas cosas, que ignoro en sus concreciones pero supongo que harían por no limitarse a una sola, ordenaron un reparto agrario de las tierras mal explotadas. Al principio apoyaron el gobierno de Unidad Popular de Allende (1970-1973), pero rompieron relaciones por su uso continuo de subterfugios legales y el clima de violencia generado.

¿Por qué cuento esto? Bueno, pues porque su espíritu sigue vivo e invade todos los órdenes de la vida, sobre todo la lengua. Poco después de hacer esta foto (mentira, ha sido antes, pero como soy el director hago el montaje que me da la gana) se me han acercado unas chicas a preguntarme si las cooperaba. Queda clara la relación semántica entre ayudar y cooperar, y que esto en el resto del mundo sería pedir una limosna, pero, si un tipo como Juanjo de la Iglesia se dedicase a estos menesteres, resaltaría el mal uso de este verbo como transitivo, el complemento que lo debería regir y el carácter recíproco que se pierde con esta construcción. Recomendaría, sin duda, el uso de otras formas como "¿Coopera con nosotras?" o "¿Cooperamos?", aun a riesgo de hacer parecer aquel trato la formación de una empresa. Discutí con ellas sobre las garantías que le daban a mi inversión y la clase de fines a los que se destinaría, pero acabaron por buscar otro inversor más arriesgado.

De todas formas, me llama la atención la facilidad que tienen los chilenos para alterar el significado de las palabras. De acuerdo con que un pollo es un ave, pero no hay ninguna razón para llamar sandwich ave a un bocadillo de pechugas de pollo. Por cierto, hay diversos tipos: ave palta, ave mayo, ave italiano... El ave palta lleva guacamole, como su propio nombre indica. El ave mayo lleva mayonesa, como es lógico. Viendo que sólo hay estas tres recetas tenía puestas mis esperanzas en que el ave italiano fuera alguna receta mediterránea más suave, pero aquí me la tenían jurada los chilenos con su peculiar forma de hablar. Italianas son las cosas que llevan algo verde, algo blanco y algo rojo: guacamole, mayonesa y ketchup. Caí como un primo en semejante guarrería.

Ah, pero hablaba de políticos, creo. En las afueras de la Moneda, la residencia presidencial, están situadas cuatro estatuas de presidentes chilenos. En el patio trasero están Portales, el militar que sentó las bases del sistema democrático después de la independencia, el citado Frei y el famoso Allende. En la parte delantera, está Arturo Alessandri (primer presidente de clase media, antes todos habían pertenecido a la minoría adinerada castellano-vasca, la que llamaban de apellidos tiñosos, a partir de él todos han sido de clase media), ubicado en el centro hasta que Lagos (penúltimo presidente) decidió moverlo a la izquierda para poder ubicarse él al otro lado si conseguía ganar las elecciones del bicentenario (en Chile no se pueden presentar a la reelección, ahora gobierna Bachelet).


Esto es tan sólo un rumor, pero ya se sabe el trato que se le puede dar a un rumor en un blog minoriario. Esta visita a las estatuas presidenciales no tendría más de no ser por un detalle que me acerca más a lo que sucedió en aquellos onces de septiembre: alguien encontró la fe.


Por cierto, volviendo al peculiar uso de la lengua en Chile, once es la merienda. Porque cuando ellos la toman, en Inglaterra son las 11.

sábado, 16 de agosto de 2008

( Casi) Nada es para siempre


Esta semana he decidido traicionar a mis cuatro posibles colegas y publicar un día antes. Lo sé, soy un mal compañero. Y de eso vengo a hablar. No nos vamos a engañar, ¿ de acuerdo? La mayoría de amigos que nos echamos en la vida van quedando por el camino, porque nos interesan en un lugar y un momento determinados. El mundo está lleno de cuadrillas, grupos, pandillas, bandas... compuestas por millones de amigos, pero al final casi nadie encuentra la verdadera amistad. Según avanzamos o retrocedemos por nuestro camino, mientras nos movemos por el sendero vamos utilizando a muy variadas personas, de las que casi nunca alguna merece la pena al final.

Con todos los amigos sentimos lo mismo; cuando estamos conociendo a uno nuevo nos divertimos con facilidad, las sorpresas son constantes y bien apreciadas; luego seguimos dibujando en nuestra mente a esa persona, perfilándola, y cuando la vemos en su perfección, como alguien que no conocemos del todo pero que creemos que es absolutamente bueno, empieza a decaer la relación. Por lo que sea. Puede ocurrir a los seis o siete meses o a los seis o siete años, incluso después de toda una vida de amistad. Pero ocurre siempre y cuando llega ese momento ya no nos preocupa recuperar nuestra visión ideal sobre ese él o esa ella, ya que constamente estamos conociendo gente y cuando un amigo decae otro nuevo se yergue.

Si tenemos un buen amigo es porque la relación va bien, y viceversa, pero las amistades son las relaciones humanas más incoherentes, porque aunque vayan bien siempre descarrilan.

Es conocida la frase que dice que no por tener más amigos es uno más querido. Evidentemente, porque el amigo no es un ser al que querer en sí, es un ser al que necesitamos limitadamente. Las personas de este tipo nos cansan. Por eso lo mejor es que mientras tengamos amigos sean los menos posibles, a fin de conocerlos bien y de tratar de mantener nuestra relación con aquellos de los que más podamos saber, no con los que nos hagan reír más. El mejor amigo es ese único con el que podemos llorar.

Si nunca vamos a hablar sobre las verdades de la vida, no debemos perder mucho tiempo juntos. De lo más importante en nuestro transcurrir hay algo que destacar: que debemos conseguir conocer del todo a un ser humano, así que elijámoslo bien. Y es que no conoceremos jamás a dos personas en este mundo, como podremos conocer a una. La búsqueda y su consiguiente elección no son ninguna tontería porque en realidad sí hay unas pocas cosas que son para siempre.


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Marion Cotillard, actriz, francesa, y algo guapa.

Lluvia

Este es el cielo de Santiago un día cualquiera.




Lo que hay en el cielo no son nubes, es contaminación. Cuando llueve, el aire queda limpio durante un par de días, pero luego vuelve a su forma anterior. En Chile son muy amantes de los métodos naturales, no se vayan a cargar la naturaleza por usar otros más intrusivos. Mañana le toca estar limpio, porque lleva lloviendo desdee las 10 de la mañana y son las 10 de la noche. Quedará tal que así durante un par de días.




Santiago es lo que está encajonado entre estas montañas y las de enfrente, visto un día después de la lluvia.

viernes, 15 de agosto de 2008

Alguien voló sobre el nido del cuco

Acabo de acabarme un magnífico libro. Alguien voló sobre el nido del cuco, se llama. No sé si conoceréis el libro, o la película, o la peli y el libro. El caso es que se trata de una obra muy buena e interesante.

El escritor,
Ken Kesey, fue, según wikipedia, esa biblia de la modernidad que ha eliminado del panorama a las viejas y pesadas enciclopedias de papel (sí, no es un mito, existen, y encima se pueden leer), una cobaya humana. Ese calificativo no le vino a causa de su aspecto físico, si no debido a su gusto por el LSD y a que se dejara hacer experimentos con esta sustancia. Todo sea por amor a la ciencia.

La novela de la que hablaba antes se centra básicamente en un manicomio, y lo que les acontece a los cuarenta locos que viven allí junto con las enfermeras de turno y unos negros que hacen de guardianes. La tensión del libro es la constante lucha entre los pacientes y la autoridad impuesta (representada por la Gran Enfermera, que domina férreamente todo el centro). En otras palabras, la batalla entre la Libertad contra lo coercitivo, llamado de manera muy aguda por el protagonista como el Tinglado. Esta antediluviana guerra se nivela a favor de los locos gracias a la entrada de un joven y provocador psicópata.

Uno de los temas que más me atrae de los que trata Kesey es el de la locura. Los pacientes del centro se muestran más cuerdos, sensatos, coherentes y sinceros que sus cuidadores, en cambio son ellos los que sufren el despotismo de la Gran Enfermera para que se puedan curar y así poder volver a vivir en la sociedad, por debajo del Tinglado. No obstante, ellos son seres que, voluntariamente o no, se han revelado contra las reglas de todo ese montaje social hipócrita, y en parte por eso les han dejado de lado, encerrado en un edificio, todos juntos, para que molesten lo menos posible y los ciudadanos de bien, la gente respetable, pueda seguir viviendo tranquila y sin sobresaltos.

Los diálogos y las situaciones que se establecen en la novela son realmente brillantes, por su astucia y humanidad. Se trata de hombres marginados, desplazados, que sufren en la oscuridad de un apartado edificio y a los que nadie presta atención. Simplemente, son locos. Pero, ¿qué es estar loco?, ¿dónde está el límite entre dicha locura y la cordura?, ¿realmente existe este límite? ¿no será que todos estamos locos, pero que unos lo ocultan debajo de una mácula de educación y falsedad y otros no quieren llegar a estos irracionales extremos? ¿quién está más loco, el que esconde sus defectos gracias a la cirugía, o el niño que ha sido despreciado por su gobierno solo porque formaba parte de otra cultura (léase, en este caso, el protagonista)?

Estas son algunas de las preguntas que se me han planteado al leer este excelente libro. Dicen que una buena obra es aquella que consigue, como mínimo, replantearte ciertos puntos de vista. En mi caso lo ha conseguido.

Por último, debo dar las gracias al amigo que me lo recomendó.

jueves, 14 de agosto de 2008

Cómo se pasa la vida...


Reflexionando sobre la vida y sus avatares, se me vino a la cabeza el momento de la muerte. Tarde o temprano llegará y todo esto acabará para siempre, sin concesiones. No podremos saber qué es del Mundo, hasta dónde llegaremos, si se producirán más guerras… Nada, no sabremos nunca nada. Nosotros sólo ocupamos un pequeñísimo espacio a lo largo de la historia. Esa historia salpicada de personajes famosos que se han ganado un lugar en ella. Estos personajes permanecerán siempre, pero ¿qué hay del resto de gente, esas personas anónimas con historias desconocidas? Caen en el olvido.

Pienso en el momento en que mi vida llega a su final. En aquellos años en los que no puedes mirar al futuro con una perspectiva muy amplia y debes considerar tus acciones en función del tiempo que te queda. Tiene que ser muy difícil no pensar que dentro de poco lo dejarás todo para siempre. Y sobre todo, como alguien me dijo un día, pensar que gastaste tu vida en cosas inútiles. Que nunca saliste del barrio, que nunca aprendiste a tocar la guitarra, que nunca reuniste el valor necesario para decirle a la mujer de tus sueños cuánto la amabas... Que la oportunidad ha pasado y la desaprovechaste.

Pero, ¿realmente sería placentera una vida eterna? El hecho de que nuestra vida sea finita ¿no influye en que a lo largo de ella hagamos las cosas en función del tiempo que nos queda? Intentas hacer eso que te gustaría, intentas aprender, intentas también conseguir ser recordado como alguien bueno al que todo el mundo quería… Por lo que tenemos una actitud condescendiente con la demás gente, salvo excepciones.

Una vida eterna implicaría ver la vida de una manera distinta, sin ambición y desasosiego. Dejaríamos todo para mañana y nuestro objetivo en la vida dejaría de ser la felicidad, ya que sabes que la historia nunca se acaba, y no podrías saborear el dulce de la misma manera. Estoy pensando seriamente en que una de las mejores cosas de esta vida quizás sea la muerte. Creo que no me gustaría una vida infinita, y el hecho de que algún día todos muramos, incita a todos a disfrutar del momento, a aprovecharlo hasta el último instante. Aunque eso sí, no vendrían mal unos cuantos años de prórroga...

lunes, 11 de agosto de 2008

Uno: Hª de amor


En el metro. Fue allí. Podía haber sido en cualquier bonito lugar, un estanque, un parque, un bonito bar, una iglesia, la discoteca de moda. Pero fue allí, en el subsuelo, donde las máquinas llevan a los hombres hacia unos destinos señalados en mapas que dividen las ciudades en simples bocas de metro. Allí encontró a su amor.

Sabía que era ella. Estaba seguro de que pasarían juntos el resto de sus vidas. Y sólo la había visto pasar. Tenía el pelo corto, llevaba un pañuelo en la cabeza y unos vaqueros, olía a fresa, su mirada jovial lo hipnotizó. No era una chica cualquiera, era lo que las personas vienen a buscar a este mundo, alguien a quien amar. Y él la había visto pasar cuando se bajaba del metro. Estaba seguro de lo que sentía. Lo había encontrado y acababa de marcharse para siempre, había salido del vagón y él había puesto rumbo a otra estación. Pero ahora estaba allí clavado, herido por un amor a primera vista y rematado por la separación del ser amado.

Gracias a dios, Patrick es diseñador de páginas web. Y en estos mundos cibernéticos hay locuras que funcionan. Montó un site en el que describía a la chica de sus sueños y pedía ayuda a cualquiera que le diese una pista sobre quién era ella.

Gracias a un amigo de la chica el diseñador de webs tuvo noticias de la muchacha. Era una actriz que trabajaba de camarera. Encontró a su amor. Patrick consiguió ver sobre la tierra aquello de lo que quedó prendado en el inframundo de los transportes urbanos.

¿Cómo acabó la historia? Actuaré como Morfeo. Si quieren la pastilla roja pueden pasarse por la hemeroteca del ABC. Si quieren saber cómo han decidido los amantes que acabe tráguense la píldora azul y pasen por acá.

domingo, 10 de agosto de 2008

El viento en la selva


Esta tarde he tenido el inusual placer de conversar brevemente (y online) con Maider, una amiga de estos últimos años a la que a veces me parece que no conozco en absoluto. De hecho puede que no la conozca nada.
Pero hemos pasado buenos ratos juntos, y cuando me ha propuesto que hablara de ella en la columna de hoy... vaya, que no me puedo negar, porque de las Olimpiadas, de Georgia, de los valores de la vida, de la política y los deportes y del marujoneo puede hablar cualquiera, pero de Maider solo puedo hablar yo.

Para mí siempre va a ser la adolescente rebelde que se cayó de culo en la hierba aquella noche de fiestas. O la que se rió de mí en la juerga en la que salí despedido de aquel monopatín con manillar (fue la rehostia). Ambos habríamos dado positivo en las dos ocasiones, y en otras muchas en las que nuestra amistad era tan firme como nuestra moña. También será siempre la amiga que leía con entusiasmo lo que yo escribía. Y la chica que me oía hablar de alguna otra chica. Y la que habría sido mi mejorcísimo compañero de tragaderas de haber sido varón (aunque sin serlo tiene el mismo aplomo y las mismas resacas). También será aquella que siempre hacía planes para echarme una novia. Y la que estaba un poco loca. Y la que vestía algo rara.

Ni es mi musa ni he estado nunca enamorado de ella, pero eso se debe a que yo no sé enamorarme, lo hago mal. Sin duda tenía que haber sido mi novia y que la boda que pactamos se cumpliera sin pactos de por medio. Por lo menos me alivia saber que no tendrá que soportarme en exceso, y que eso contribuye a que yo siempre tenga buenos recuerdos de ella. De hecho, sé que es una de esos aguerridos vientos que de vez en cuando se pasean por la selva de mi cabeza. Es mi amiga eterna.

¿Quién es el Guasón?

Vivir en América tiene sus cosas, y la que más me afectaba era tragarme esos doblajes en castellano neutro, que dicen por acá. Me animé a ir al cine al enterarme de que al menos la mitad de las sesiones son subtituladas, lo que te acerca un poco más a los actores y te aleja de niñatos que juegan con sus palomitas. Por si acaso algún día se animan a leer, habría que retrasar la edad de alfabetización hasta los 40 años. Otra cosa de América es que las campañas gubernamentales son más llamativas. Saben que la gente no usa el transporte público porque haya un gallo en una valla publicitaria que se lo recomiende para cuidar el medio ambiente, sino porque no les ha tocado la lotería. Por cierto, que gallo significa jambo y la lotería… algún día les contaré como se llama. A lo que iba, que contrarrestan el poder adquisitivo con otra lotería en el interior del Metro: una vieja (que significa jamba de cualquier edad) haciendo streeptease en el interior de uno de los vagones. Los ingenuos dicen que es por amor al arte. Everybody knows. Canciones aparte, todos mis compañeros de blog, ávidos lectores de prensa española, sabrán lo proclives que son los gobiernos de izquierdas a estas conspiraciones. Y ya, sobre todo Mikel, sabrán que las industrias farmacéutica, militar, etc, no le van a la zaga, y sabrán que la Iglesia se destaca entre todas las demás corporaciones y que con el uso del lenguaje todo se puede. Preguntaba Mikel qué tal me iba con las chilenas. Lo veo difícil. Acá a las novias se las llama pololas, no es mal nombre para las chicas. El noviazgo es pololeo y estar saliendo con alguien es pololear. Aceptable. Lo que no aceptaría ningún macho ibérico, itálico, tudesco o cualquiera de sus descendientes, que son los que pueblan estar tierras, es que se le llamara pololo por mucho tiempo. Esta es la baza que juega la Iglesia: los que más resisten sus instintos se casan a los veinticinco, el resto se meten a curas para disimular. A Dios pongo por testigo que jamás volveré a pasar vergüenza, que resistiré las presiones sociales y seré un pololo, que llevaré a la polola a esas salas de cine con asientos reclinables, o incluso a salas VIP, quizá a ver esa del Caballero de la Noche y sus aventuras en Ciudad Gótica y aprovecharé como buen pololo esos momentos de desconcierto en los que ella se esté preguntando quién es ése al que llaman el Guasón. "Los traductores de mi país siempre ponen algo de su parte", me dice orgullosa una mexicana. Guasones que siempre se guardan una última carta para aguar la fiesta.

viernes, 8 de agosto de 2008

Ceremonia de inauguración

Estoy escribiendo esta entrada mientras se emite la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos. Sin embargo, estoy tumbado en la cama de mi cuarto, sin televisión, pasando olímpicamente (perdón por la broma fácil) del mundo.

No puedo acabar ver toda la ceremonia. Me niego. Entre otras cosas, por lo larga que es: ¡tres horas y media! Seamos sinceros, ¿quién puede aguantar este tostón? Hay cosas espectaculares, sí, los tambores del inicio me han parecido espectaculares, pero el resto está siendo un auténtico aburrimiento. Además, no entiendo de la misa la mitad, y los nefastos comentarios de los periodistas de Televisión Española me ponen nervioso. Podrían haber elegido alguien que supiera realmente sobre cultura china, y no tres comentaristas deportivos que van leyendo un guión.

El colofón ha sido la paloma de la paz que han dibujado mil figurantes cuyo cuerpo estaba envuelto en una maraña de bombillas. Seguro que no serían tibetanos. Así de benevolente es el régimen chino, ¿o lo habían olvidado? Sí, China todavía es una dictadura comunista.

Para que no lo olviden, una impresionante lista de prohibiciones espera a los espectadores que accedan a las instalaciones deportivas, además de la alteración de arraigadas costumbres cotidianas, como por ejemplo servir carne de perro en los establecimientos oficiales o no poder salir a la calle en pijama (yo me cambiaria antes de salir, pero se ve que ellos no lo hacen), y la publicación de un folleto donde se recomienda a los oriundos del lugar no escupir en el suelo, portarse bien con los extranjeros, no llevar minifalda y sigue con una sarta de chorradas que parecen salidas de un vodevil.

No obstante, es la fiesta universal del deporte y, claro está, se tiene que adaptar todo al disfrute de las masas occidentales, que esperan ociosas e impacientes poder seguir sus competiciones favoritas. A ver si entre el calor y los juegos se les acaba de secar el cerebro de una vez.


martes, 5 de agosto de 2008

Mis adorables vecinos

Esta tarde he subido en el ascensor con uno de mis vecinos. Es joven y alto, unos años mayor que yo. Uno de esos vecinos con los que no hablas demasiado, al que sólo preguntas cuál es su piso. La verdad, un poco avergonzado por no saberlo todavía después de tantos años. Son 10 plantas, por 4 pisos cada una. Muchos datos que memorizar.

Y es curioso, porque los vecinos son gente a la que conoces de toda la vida, pero que en el fondo son para ti unos completos desconocidos. La mujer mayor que vive con su hijo en el 7º, las monjas del 8º, la pareja joven del 1º, la misteriosa cara del niño del 3º...

En el fondo, son gente desconocida. Y todo el mundo sabe el calor o el frío que hace ese día en la ciudad, pero da igual, es el tema más socorrido. O te preguntan qué tal por la Universidad. O qué tal tu padre. O qué grande (por no decir gorda) se está poniendo tu perra. O qué ganas tienes de comer, bribón. O cuánto has crecido. O el tiempo que había pasado desde la última vez.

Aunque eso sí, en mi edificio no suele ser algo normal eso de preguntar. Mis vecinos son más bien gente callada, pensativa. No sé si es porque da mucho la sombra durante el día o qué, pero la verdad es esa. De 40 familias que vivimos aquí, sólo sabría decir cinco u ocho que me hablan con regularidad.

Porque mis vecinos, y no sé si los vuestros también, son un tanto extraños. No sé como decirlo. Por ejemplo, a mí me parece extraño correr para subir solo en el ascensor, cuando por el cristal has visto venir al del 2º. O no saludar cuando os encontráis en el rellano. O mirar a los ojos de una forma macabra y asesina con barba de seis días...

Vale, no estoy pidiendo que sean mis amigos, pero sí que no me hagan sentir como un hombre que ha estado en la cárcel y vuelve a su casa tras varios años, donde los vecinos temen por su vida al conocer su oscuro pasado.

Cierto es también que hay algunos días en los que no te apetece hablar. Esos momentos de "quiero llegar a casa, tumbarme en el sofá, dormitar, cenar y volver a dormitar". En esas situaciones, en vez de decir nada, lo mejor es hacer lo que hace todo el mundo: mirar las llaves como si nunca antes te hubieras fijado en ellas. Incluso se puede poner alguna cara de sorpresa al descubrir no sé qué.

Luego están también esas situaciones en las que te cruzas con la vecina de arriba. Sí, esa que toca el acordeón cuando tú estás de exámenes. Pero, ¿por qué tiene que ser guapa? Maldita sea...

Por último, quería aprovechar este gran medio para lanzar unos cuantos mensajes:

  • Por favor, no hagan más obras cuando yo estoy de exámenes, dejen sus baños y cocinas como están. No es necesario cambiarlos cada mes de junio.
  • Vecino del Barça, fastídiate que este año el que ha oído celebrar los goles has sido tú. Aunque yo no he aporreado el techo con una escoba...
  • Cartero desalmado y carroñero, te tengo calado tío. Sé que siempre llamas a mi piso. No sé si eres hombre o mujer, ni si te gusto. Pero por favor, déjanos en paz, no llames siempre a mi casa. De verdad, los hay mucho mejores. Yo no te merezco.
  • Vecindario, piso y bloque entero, por favor, limpien el cuarto de las bicis y tiren aquellas que no usen. Hay bicis oxidadas, de los años sesenta, hasta la espada de Induráin…

Eso ha sido todo. Ah, y por cierto, a aquel chico del principio de la historia le acabé saludando y preguntando por su grupo de música. Espero que les vaya bien.

domingo, 3 de agosto de 2008

Varias razones para no haber salido de fiesta por Donosti (este sábado)

Son tantas que casi me da por arrepentirme de haber ido a la playa, con amigos, al sol, la música, la fiesta y el show. Lo primero que se me ocurre es que no tengo tiempo de escribir mi columna correspondiente acerca de nada interesante. Pasando. La siguiente, que tengo la cara más roja que cualquier día en que paso mucha vergüenza. Otra, haber dormido cuatro horas en el asiento de un coche, sin oxígeno, con olor evidente a alcohol, y la cabeza apoyada no sé dónde. Another one sería el del dinero derrochado sin ton ni son. Por no hablar de los desvaríos que te pueden llevar al pueblo de Oiartzun a las 3 de la mañana para volver a los 15 minutos. O de que las guiris te invitan a su fiesta cuando vas camino del coche para volver a Pamplona. Encima, en el mar tienes que luchar con olas de treinta metros que juegan con la fuerza de tus piernas como si no existiera. Y eso después de haber soportado 17 horas sin comer ni beber nada.
Pero la verdad es que la expresión que mejor me viene ahora mismo es " merece la pena". La merece en serio, porque en realidad todo ese cúmulo de sinsentidos ( y otros tantos más) son anécdotas que amenizan el paso de la semana, según las vas contando a quien quieras. Nunca he leído a Hemingway ni he sabido de él más allá de su gusto por la juerga. Bueno, y que tiene un libro que se llama " Fiesta". El caso es que si era tan tan tan tan borracho como dicen, supongo que será porque a él Pamplona le sabía por lo menos como a mi de bien Donosti. Tal vez en la ciudad haya quien esté harto de los que vamos de fuera a quitarles los bares, la costa y las calles. Pero a mí me parece que es una ciudad increíble, con muchas cosas para ver y para hacer. No me extraña que sea candidata a ciudad de la cultura para el 2016, al contrario, creo que debe ser una de las favoritas, porque tiene de todo. Magos y " brikindans" en las calles, música con vasos, lot of people having a helado en las terrazas, pinchos tan buenos que saben a cosquillas, sus pequeñas playas de enormes olas, desconocidos con los que charlar agusto, y desconocidas a las que ni hablar pero que son admirablemente bellas...
Me parece que tendré que volver en cuanto pueda, porque la única sensación mala que me quedó fue la de no haber estado allí un par de días más. Y es que esas guiris no saben las ganas que tengo yo de fiesta.

sábado, 2 de agosto de 2008

Europa unas cuadras más al Sur

Como quizá ya intuyeron o ya sabían ahora vivo en Sudamérica, en un país quizá un poco contradictorio. Acá donde al chile se le llama ají. La ciudad, a simple vista, parece grandecilla, no les diré más que yo vivo en el número 5900 de una de las calles más pequeñas de mi comuna. Tiene su truco, y es que cada cual le pone a su casa el número que le da la gana con tal de que esté entre los dos que la rodean. Trece más, veintiocho… les da igual. Hasta que llega un banco que se agencia un 3500 o un 5000, que si no parece que no es importante. Con todo este lío a la gente le importan bastante poco los números, así que tú no le puedes decir a nadie que vives en uno u otro. Vives en tal calle esquina con otra, y así oyes hablar a los taxistas que parecen policías estadounidenses cada vez que les mandan recoger a un conductor, con la diferencia de que las calles suenan más indígenas, como Manquehue, Apoquindo o la del Inca. Además están agrupadas temáticamente: esas tres juntas, por otro lado Isabel la Católica, que cruza con Colón y con Hernán Cortés… y la Avenida 11 de septiembre, que pasados unos pocos miles de números descubres que ha pasado a llamarse Avenida Providencia. Alguna relación habrá. Me quise enterar de que había pasado aquel día para que se mereciera una calle de homenaje, pero por lo que se ve en esa fecha pasa algo todos los años: la gente a la que pregunté me dijo que había sido el día de un golpe de Estado, el de la segunda independencia (la 1ª de España, la 2ª de la URSS), el del bombardeo de la casa presidencial de La Moneda, un pronunciamiento, el fin del sueño democrático, el renacimiento de la libertad…

Habrán leído casi al principio que dije que había comunas, pero nada más lejos del comunismo. Son los treinta y siete barrios que forman Santiago. Cada uno de ellos con su propio alcalde, ya que el alcalde santiaguino es de designación presidencial por modernos métodos digitales. En otros países latinoamericanos se ve a los chilenos como socialistas, pero nada más lejos, lo único que pasa es que hay algunos bienes más subvencionados, lo que de verdad importa al Estado. Ejemplo: gas, impuestos del 100%; medicinas, ojalá no las necesite; del autobús sólo diré que una chica que viene de Milán lo ve carísimo. Taekwondo, gratis. Hablando de autobuses, ser conductor de micro, como las llaman, es el oficio más simple del mundo. Haciendo gala del humor de los carabineros y otros trabajadores públicos, tienen prohibido hablar con los usuarios. Para evitar la corrupción, no cobran en efectivo. Tampoco tienen por qué mirar si hay alguien en la parada, les tienes que agitar la mano para llamarlos y para bajarte gritas “¡Paradero!”. Por no tener, no tienen ni que girar, ya que las calles son tan largas que las micros se limitan a ir arriba y abajo, y cuando quieras girar te cambias de micro.

La máxima aspiración de un chileno es ser europeo, por lo que los fines de semana van a los malls, entre los que se encuentra uno de los más famosos, París. Sólo a pasear, sin comprar, entre toda la gente de Santiago. Una de las primeras cosas que me preguntaron al llegar es si me gustaba el país y, en una segunda pregunta, si se parecía a Europa. A la primera pregunta les respondí que sí, mucho. A la segunda les contesté que se parecía más a Estados Unidos. Me parece que se equivocaron al interpretarlo como una alabanza, pero no podía decir otra cosa de una comuna plagada de residencias unifamiliares donde la gente se dedica a limpiar su coche con manguera y arreglar el tejado, donde prácticamente sólo hay comercios de comida rápida y un supermercado 24 horas con las mismas condiciones sanitarias que el Badulaque de los Simpson. Aun con todo, quieren ser europeos, por lo que no les extraña comprar papas Lays mediterráneas con sabor chileno. Nada destacable en un país tan contradictorio que hasta el Partido Comunista Chileno tiene una universidad privada.

viernes, 1 de agosto de 2008

Del Padre Apeles, los hermanos Carod-Rovira, y otras películas

El Padre Apeles es un cura que copó la escena mediática de la década pasada. Hombre formado y culto, se movía tan bien detrás de un altar que de una cámara, además de ser detective privado, cual Philip Marlowe con sotana, abogado, periodista y escritor. Aunque ahora aunque ya se ha retirado un poco, todavía recuerdo cuando se lo pasaba en grande con Sardá en aquellas noches marcianas.

Me ha venido a la memoria su negruzca figura al saltar a la arena otro Apeles. En este caso, Apel·les. Se trata ni más ni menos que del hermano de Carod-Rovira, cuyo nombre, con esa ele tan marcada, será de fácil pronunciación, como gusta a Josep-Lluís, en la China Popular. Pero no en Pequín, sino en París será donde le envían: delegado de la Generalitat. Según La Vanguardia, si se le otorga al mismo rango que al delegado en Berlín, tendría un sueldo de 87.596’86 € brutos al año, equiparable a un director general. Por todos es conocida la importancia de estas delegaciones, es más, hay quien dice que se ha visto más de una vez a la señora Angela Merkel comiéndose un buen bocadillo de pa amb tomata i botifarra en esas “embajadas” de la Generalitat. No espero menos del nuevo enviado para que atraiga a la primera dama francesa en el mundo cultural catalán, a ver si dentro de poco se podrá oir cantar la Santa Espina en el Elíseo.

Dicho sea de paso, Apel·les tiene una gran semejanza con el intérprete estadounidense Wilford Brimley. Se trata del señor que encarna al malo malísimo de la película La Tapadera, donde Tom Cruise entra en un bufete de abogados que huele a secta por todos los lados. El señor que se parece a Apel·les se encarga de que Cruise no se entere de nada usando el chantaje, la extorsión, la amenaza, e incluso llega a la violencia. Al final de la película se muere (siento chafaros el final). También es el padre de Kevin Kline en la genial In&out.

Este no es un caso aislado dentro de la Generalitat. Los Maragall (el ex- President y el actual consejero de Educación), los Nadal (Manel Nadal, secretario general de Movilidad en el Departamento de Política Territorial y Obras Públicas, dispone de cargo en la consellería de la que es titular su hermano, Joaquim Nadal), los Pujol (uno de los hijos de Jordi es diputado en el Parlament de Catalunya), y ahora los Carod-Rovira. Con ánimo de ofender, hay quien ya habla de nepotismo.

Habrá que esperar a ver el papel del hijo de Chacón.