Es un invento magnífico. Aunque la mitad de su contenido tenga que ver con la pornografía, no es ninguna herramienta sobre la que se pueda seguir discutiendo. ¿Es algo bueno o algo malo? El debate ya quedó atrás, enterrado antes que muchos de nuestros abuelos.
Lo que quieras tener, lo tienes siempre en Internet: sin tener que desplazarte físicamente, coger ningún autobús, aguantar la mirada a una treintena de desconocidos. En la red, estás tú y está el mundo. Un mundo nuevo pero real, lleno de submundos hasta ahora increables, que traspasan fronteras. Puedes descubrir América. El sueño americano no es ahora un lejano extranjero que llega con la maleta en la mano y la vista en los rascacielos. Es un hombre que cree en el poder de la pantalla; un hombre negro, blanco, enano, obeso, alto, con o sin trabajo.
Todo es posible en el ciberespacio. Y digo todo porque, aunque hay cosas que no están a su alcance, en él se encuentran todas las otras que hoy día hacen feliz a un ser humano. Su contenido es eminentemente social. El hecho de que uno esté sólo en el momento de usarlo no implica soledad ninguna. Al contrario, el ratón en nuestra mano es un puñado de libertad con la que sembramos todo un campo de identidades. Vas por aquí y por allá, escarbas, tocas y palpas, evitas el polvo y la arena, y te lanzas a nadar al mar. El juego, el juego y el juego. Las relaciones en Internet tienen una profundidad increíble. Se asemeja a la del niño que pregunta: “¿Quieres ser mi amig@?”
Esa sencilla pregunta infantil, esconde en realidad muchas de las verdades sobre el ser humano. Y la más principal, que es, por supuesto, necesitar a otros. Con absoluta seguridad, si hay alguna necesidad que queda lejos de satisfacerse, es esta. El poder de lo online, en cambio, es algo tan renovado como nuestras primeras amistades vitales. Inmediato. Nos queremos, nos tenemos. No nos queremos, no pasa nada porque aquí el odio es indiferencia. Nadie desaprovecha la oportunidad de tener un amigo más.
Es la herramienta que permite convivir en dos mundos. Ya no hay porqué vivir en uno solo. Es menos arriesgado, y a la vez más divertido, convivir en ambos.
Sin embargo, mientras el ADSL ha alcanzado un nivel insólito de perfección a la hora de establecer relaciones, tengo la sensación de que fuera de la virtualidad algo falla. Como una gran brecha entre personas.
Lo que quieras tener, lo tienes siempre en Internet: sin tener que desplazarte físicamente, coger ningún autobús, aguantar la mirada a una treintena de desconocidos. En la red, estás tú y está el mundo. Un mundo nuevo pero real, lleno de submundos hasta ahora increables, que traspasan fronteras. Puedes descubrir América. El sueño americano no es ahora un lejano extranjero que llega con la maleta en la mano y la vista en los rascacielos. Es un hombre que cree en el poder de la pantalla; un hombre negro, blanco, enano, obeso, alto, con o sin trabajo.
Todo es posible en el ciberespacio. Y digo todo porque, aunque hay cosas que no están a su alcance, en él se encuentran todas las otras que hoy día hacen feliz a un ser humano. Su contenido es eminentemente social. El hecho de que uno esté sólo en el momento de usarlo no implica soledad ninguna. Al contrario, el ratón en nuestra mano es un puñado de libertad con la que sembramos todo un campo de identidades. Vas por aquí y por allá, escarbas, tocas y palpas, evitas el polvo y la arena, y te lanzas a nadar al mar. El juego, el juego y el juego. Las relaciones en Internet tienen una profundidad increíble. Se asemeja a la del niño que pregunta: “¿Quieres ser mi amig@?”
Esa sencilla pregunta infantil, esconde en realidad muchas de las verdades sobre el ser humano. Y la más principal, que es, por supuesto, necesitar a otros. Con absoluta seguridad, si hay alguna necesidad que queda lejos de satisfacerse, es esta. El poder de lo online, en cambio, es algo tan renovado como nuestras primeras amistades vitales. Inmediato. Nos queremos, nos tenemos. No nos queremos, no pasa nada porque aquí el odio es indiferencia. Nadie desaprovecha la oportunidad de tener un amigo más.
Es la herramienta que permite convivir en dos mundos. Ya no hay porqué vivir en uno solo. Es menos arriesgado, y a la vez más divertido, convivir en ambos.
Sin embargo, mientras el ADSL ha alcanzado un nivel insólito de perfección a la hora de establecer relaciones, tengo la sensación de que fuera de la virtualidad algo falla. Como una gran brecha entre personas.
4 comentarios:
Qué cierta esa última reflexión. Cada vez conoces a más y más gente, pero en el fondo te das cuenta que al no haber habido contacto físico ni oral, es como si no hubiera pasado nada. Ahora se conoce a mucha más gente, sí, pero no se conocen a más personas.
¿Sabías que si buscas Google en Google Internet revienta? No prueben en sus casas, niños.
Uno cada vez conoce más esto de Internet y se da cuenta de los farsantes que pululan con piel de mosquita muerta. Agh. Como que los ve a distancia. Aquellos que dicen que hay confesiones que solo harían por Messenger o sistemas parecidos, ¿en qué mundo viven?
¡Santas Hipocresía y Mentira!
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