Vengo de la concentración silenciosa organizada en la explanada del edificio de ciencias sociales, la plaza de Tian'an Men que dice Jurdan. Junto con Josemi y Silvia nos hemos situado bajo el porche del edificio de comunicación.
Miles de personas (calculado por mí en aquel momento, o sea que no es muy fiable) escuchando las notas de lluvia sobre los paraguas. El cielo teñido de gris oscuro. Las gotitas que cantaban al son de un mediodía cualquiera de Pamplona.
El silencio tiene algo muy especial. El silencio invita a reflexionar, a pensar, a recordar. Me he acordado de ayer, cuando en aquella misma hora todavía no se sabía a ciencia cierta qué había pasado. Recuerdo la mayoría de comentarios que oí en la cafetería de Larraona, mientras estábamos siguiendo los últimos datos que aparecían en Antena 3 (yo no decidí el canal).
Comentarios, la mayoría de ellos, de rabia profunda, también imbecilidades, agradecimientos a quien fuera porque no había sido una masacre, rumores de otros coches bomba,
exclamaciones, insultos contra ETA que les ponían al mismo nivel que ellos, llamadas telefónicas, morbo (estábamos viendo Antena 3), gritos y gente calmada.
También me he acordado de que ayer a esa misma hora estaba yo preguntándome qué sería de mucha gente que podía estar en el campus justo en aquel momento. Personas a las que quiero, por las que me preocupo y que se preocupan por mí. Recibí llamadas y mensajes, llamé y mandé yo mensajes. Hay momentos en los que las circunstancias ponen al correcto nivel a la gente de alrededor.
Y el silencio que se ha creado se ha acabado. Nos ha llegado el rumor de una masa aplaudiendo y Josemi, Silvia y yo hemos aplaudido también.
viernes, 31 de octubre de 2008
Y el silencio se ha acabado
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