Como en el caso de los gemelos, el comentario posterior es el primero.
Lo que más les gusta a los chilenos es comer, beber y el campo. Todo eso lo tienen en sus fiestas patrias reunido en las fondas. Las fondas son parques con tenderetes donde se come y se bebe. Por cierto, aquí para entrar a un parque público se paga, pero si quieres entrar a la fonda además pagas cuatro veces más (5000 pesos, casi 7 euros). Lo que se come: asado, anticuchos (pinchos con carne a la parrilla), churros... También se hacen campañas para introducir el pescado, que parece sano y que tienen mucho mar, pero los chilenos dicen que por ahí no pasan, que si no tiene patas no hay tu tía y como mucho lo toman también a la parrilla. Es curioso, porque sin embargo presumen de todo el salmón que exportan, de haberle quitado el primer puesto a Noruega hasta que la UE subió los aranceles y Noruega les puso ONGs. Las ONGs son, en el pensamiento generalizado de la clase alta, instrumentos de los otros países para boicotear la producción chilena cuando amenaza la suya, no sé cuánto habrá de verdad en eso. De beber: jugos (fruta triturada, normamlemnte varidad de frutas en el mismo jugo, te miran raro si las pides solas) y en cuanto a las bebidas alcohólicas lo tienen bien organizado porque primero te ponen un terremoto (tiene una bola de helado que se va disolviendo), que sienta como una patada al estómago, y luego una réplica por si se te pasaban los efectos.
Además tienen deportes tradicionales. Me ardía la curiosidad por conocer esos deportes hasta que descubrí que eran cosas tales como las carreras de sacos, futbolín, dardos, petanca y rana. Y karaoke. También había un rodeo. Los chilenos, aunque un tercio viven en Santiago, tienen pasión por el campo. Los martes El Mercurio, el periódico más importante, trae un suplemento llamado revista del campo que los santiaguinos leen ávidamente, y comentan la última subida del precio del sulfato. En el rodeo, los espectadores son entendidos y comentan si tal o cual jinete marcha como es debido y lo aplauden o murmuran sobre él mientras comen (gran pasión chilena). Siempre hay un vendedor ambulante al acecho. Los jinetes son héroes: la presentadora confesaba su admiración por una amazona, diciendo que la había seguido por medio Chile, como disculpándose por ponerle un 4 (sobre 7). Aquí las notas parten de 1 y 4 es el aprobado, con 3 se desaprueba, como si fuera una corrección de algo aprobado anteriormente, suspender es aplazar. Sin enredarme, que luego venía el rodeo de verdad, en el que hay tres vaquillas y el jinete se lanza entre ellas para separar a uno, colocando el caballo enmedio aunque lo tenga que empotrar para eso.
Más hacia la noche, hay un concierto. Esa noche tocaban los Jaibas, pero como no encuentro un vídeo pongo uno de Los Prisioneros, que dicen que son una institución también. Detrás del escenario, una feria con todos los garitos lanzar anillas sobre botellas, que es lo mismo que la rana pero pagando una luca (mil pesos). Había caído en la tentación de no ser por otra atracción más poderosa: una recreativa con el Metal Slug X, sólo que los efectos del terremoto con réplica todavía duraban y apenas rentabilicé los 200 pesos. Luego me enteraría de que muchos chilenos no se atrevían a probarlos por sus efectos devastadores, qué machote soy. Por cierto, aquí las máquinas son tan baratas porque la mayoría de los juegos son del siglo pasado: Tekken 2, Street Fighter 2, Pacman y una colección de juegos de Nintendo (consola, no compañía ni como genérico de consola). Que, aparte de que así se pueden utilizar las máquinas que hace una década triunfaban en Estados Unidos, como los juegos de antes no hay nada para sacar los cuartos.
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