No hace mucho que estoy en la cárcel. Aquí los segundos se hacen interminables, los minutos no avanzan y las horas no corren. Nada me había producido antes esta sensación. No puedo hacer nada, ya no tengo libertad, sólo tengo que esperar. Mis amigos campan a sus anchas por calles y estaciones, pero yo tengo que esperar. Tengo que aguardar al momento en que por fin pueda moverme libremente, como un ciudadano más, saltando de un lado para otro sin preocuparme por nada.
Y todavía me quedan dos turnos, maldito Monopoly...
miércoles, 8 de octubre de 2008
Un tiempo en la cárcel
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1 comentarios:
Bien, José Miguel, bien.
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